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Resumen de unos Capitulos

Capitulo 1: Raiko

Raiko Akahi es una joven ninja de Konoha. Tiene 14 años, el cabello castaño rojizo con las puntas teñidas de rojo, la piel de un precioso color moreno y unos maravillosos ojos de un color entre caramelo y ámbar imposible de precisar.
Cuando tenia apenas unos ocho años, los padres de Raiko murieron en un incendio, por lo cual ella se crió como la nieta adoptiva del Tercer Hokage, al que llama con total confianza Abuelo. A esa edad, a pesar de estar en la Academia con los demás ninjas, ella aun no tenía ningún amigo, porque el trauma de haber perdido a sus padres entre las llamas la hizo desconfiar de todos y volverse una personita muy tímida y triste.
Sin embargo, cuando la incluyeron en el Equipo Gai a los 12 años, conoció a Lee, Tenten y Neji, ellos lograron hacer resurgir su carácter autentico y ella llegó a quererlos como a sus hermanos. Gracias a ellos también pudo perder su miedo al fuego, que desde entonces se transformó en su mayor aliado.
Ahora Raiko es una chica extrovertida, astuta y valerosa, a la que nadie ha visto llorar en mucho tiempo, y que por encima de todo tiene por objetivo proteger a los que ama, tal como le enseñó a hacer el Tercer Hokage. Claro que ella no es perfecta: tiene un carácter de los mil demonios, y siempre anda peleándose con Gai (aunque en realidad lo quiere como a un padre). Además, tiene una pésima suerte y una curiosa facilidad para encontrarse en situaciones ridículas y vergonzosas.
Aunque parezca sorprendente, parece que algún día será una especialista en torturas e interrogatorios (para más detalles ver el capítulo extra "Raiko vs. Haruna"). Lo curioso es que ella odia hacerle daño a la gente si una razón precisa, y con solo pensarlo se deprime.
Pero ella es una muchacha bastante positiva, y su alegría y disposición para ayudar a todos la han hecho bastante popular, sobre todo entre los chicos (en este sentido también ayuda su apariencia).
Sin embargo, Raiko posee un secreto oscuro y siniestro, que solamente conocen cuatro personas en todo Konoha. Pero ella no lo sabe. Y el tiempo se acerca para que los antiguos demonios de su pasado sean liberados para que ella los venza con su gran determinación. Aunque nada especifica que deba enfrentar esto sola...

Capitulo 2: La mala idea del Abuelo

-¿Kakashi?
Raiko entrecerró sus maravillosos ojos color azúcar quemado, tratando de recordar. Finalmente, volvió a abrirlos y resoplo:
-Pues no, no lo recuerdo.
-¡¿Como?!-exclamo Gai-sensei, tan bruscamente que Raiko dio un salto para atrás de pura sorpresa.
-¡Deje de hacer eso!-espeto de vuelta, irritada-. Y ya se lo dije, no he oído hablar de él.
-¿Cómo puede ser eso?-trompeteo Gai, dramático (Raiko aun no se acostumbraba a la mala costumbre de Gai-sensei de convertir todas sus frases en exclamaciones)-. ¡Pero si te conté como cien mil veces la gloriosa historia de mis batallas contra mi eterno rival, Hatake Kakashi!
Raiko suspiro. Obviamente lo había oído hablar de él, pero no se acordaba. ¿Cómo iba a acordarse de ninguna de aquellas peroratas interminables de Gai en las que describía sus incontables batallas contra su <<eterno rival>>, en las que el siempre brillaba como un ser sobrenatural, y a las que solamente Lee ponía atención? La chica levantó la mirada hacia el cielo y la dejo vagar unos momentos.
Hacia bastante que estaba en el Equipo de Gai, casi tres años. Sin embargo, de repente, al Abuelo se le había ocurrido que tenia que entrenar un tiempo con otro sensei, Hatake Kakashi, al que Raiko nunca había visto. No había querido decirle porque; Raiko estaba por lo tanto bastante disgustada. No le gustaban los secretos, pero se aguanto las ganas de reclamar nada mas porque quería mucho al Abuelo, y después de todo, era el Hokage. Debía tener sus razones para hacer lo que hacia. Se preguntaba como seria el tal Kakashi...
-...¡Raiko! ¿Me estas escuchando?
La chica volvió a la normalidad con un pequeño sobresalto.
-¿Que sucede?-pregunto.
-Te estoy diciendo que Kakashi llegara dentro de unos diez minutos-repitió Gai, algo irritado-. Yo me tengo que marchar ahora, así que tendrás que esperarlo aquí, ¿de acuerdo?
Raiko asintió de mala gana. Puede que Gai fuese un imbécil (en realidad no pensaba así, pero era demasiado orgullosa como para aceptarlo), pero no le atraía mucho la idea de tener que quedarse con otro sensei que de seguro seria un pervertido o algo así. Decidió no pensar en eso. De verdad, lo ultimo que quería era que su pronostico se cumpliera.
La muchacha se quedó sola en el bosque, sentada con la espalda apoyada en el tronco de un árbol. <<Me pregunto como será ese tipo>>, pensó, divagando. <<Quien sabe, talvez sea igual a Gai... >>. Raiko es estremeció. <<Que horror... ya es suficiente con un solo Gai. ¿Cómo seria si hubiesen DOS?>>. Se quedo pensando, pensando, pensando, divagando, pero como era perfeccionista por naturaleza, contaba cada segundo para la llegada de su nuevo sensei. El sol de medio día lo iluminaba todo.
Pasaron los diez minutos, y el tal Kakashi no apareció. Raiko sintió su enojo crecer cada vez mas, porque no soportaba la impuntualidad, pero procuro aplacarlo; le daría un poco mas de tiempo. Todos nos retrasamos un poquito alguna vez... dejo pasar cinco minutos, diez, veinte, y cuando pasaron veinticinco minutos, se sintió tan furiosa que se durmió (Raiko era excelente para dormirse en donde fuese y en cualquier momento).
Despertó cuando oyó un ligero roce de pasos cerca de ella. El sol estaba considerablemente mas abajo en el horizonte. Al principio no recordaba en donde estaba, pero luego reconoció el lugar y recordó que hacia ahí. La invadió una profunda ira. Miro a su alrededor, y al principio creyó que se encontraba sola en el claro; entonces volvió a oír el sonido de pasos.
Raiko se volvió hacia el que se acercaba. No podía verlo bien, pues estaba en la sombra; de momento, lo único que veía era una curiosa mata de pelo color gris. El hombre se acerco, y esta vez Raiko puedo verlo claramente. A pesar del cabello gris, no aparentaba mas de unos veintiséis años, era bastante alto y llevaba el rostro tapado por una mascara, así como el ojo izquierdo. Por un momento, la chica se sintió intimidada. Aquel tipo le pareció bastante siniestro, y de nuevo se sintió como la niña de 12 años, miedosa y solitaria que había sido una vez.
-¿Eres Raiko?-dijo entonces el tipo, y la sensación de inseguridad se esfumo de inmediato de la mente de ella. Claro. Ese era Kakashi. Ahora se sentía verdaderamente furiosa-. Soy Hatake Kakashi. Lamento el retraso... tenia que ir al dentista.
Raiko ya no aguantaba las ganas de gritar. Estaba tan furiosa que, de haber sido Kakashi alguien de su edad, seguramente ya lo hubiese estrangulado.
-Es la peor excusa que he oído en mi vida-mascullo sin poderse contener, temblando de rabia. Kakashi no pareció muy inquieto ni arrepentido, aunque en lo poco que podía verse de su rostro se reflejo una cierta sorpresa.
-Bueno... ¿qué quieres que te diga? -fue su único comentario, y ahora Raiko perdió los estribos. Acababa de decidir que detestaba a Kakashi (y eso que nada mas llevaba diez segundos de conocerlo).
-¡¿Dónde se ha visto que un sensei sea tan impuntual?!-exclamo, levantando mucho la voz. Ahora si que Kakashi sorprendió bastante.
-Oye, no es para tan... -intento decir, pero Raiko no lo dejo terminar.
-¡¡No se te ocurra decir que no es para tanto!!-grito Raiko. Una parte de ella pensó que talvez estaba exagerando demasiado, pero la parte que consideraba que tenia razón al ponerse así era mucho más influyente.
-¡Deja de gritar!-exclamo Kakashi, quien ahora parecía algo irritado-. Primero que todo soy tu sensei... deberías de tenerme mas respeto.
-¿Cómo voy a tener respeto por un imbécil que llega una hora después de la hora que era?-replico Raiko-. Además, ¿porque llevas esa mascara? ¿Acaso eres tan feo que te da vergüenza mostrarte en publico o algo por el estilo?
-¡Tengo mis razones para llevar el rostro cubierto!-espeto Kakashi, ahora verdaderamente irritado (se sorprendió a sí mismo al descubrir esto, pues en realidad tenia un carácter mas bien apacible y no se enojaba a menudo)-. ¡Y no tengo porque decírselo a una mocosa enclenque como tu!
-¡Repite eso!-soltó Raiko, indignada.
-¡Mocosa enclenque!
-¡Pelo de escoba!
-¡Enana descarada!
-¡Cíclope!
-¡Pulga!
Un poco mas lejos, a mas o menos unos doscientos metros del lugar en donde se encontraban Raiko y Kakashi insultándose entre ellos, se encontraban Naruto, Sakura y Sasuke. Los tres se sorprendieron bastante al oír los insultos y gritos de Kakashi-sensei y su nueva alumna.
-¿Ese es Kakashi?-pregunto Sakura, que no acertaba a entender lo que sucedía.
-Nunca lo había oído gritar así-comento Naruto, que estaba igual.
-Parece que la chica tiene carácter-añadió Sasuke, que sinceramente no sabia como reaccionar.
Así concluyó el primer día de Raiko y Kakashi: con una pelea muy estúpida provocada por algo muy estúpido. Cuando Lee vio a su amiga acercarse con cara de haber tenido un pésimo día, dudó un momento antes de preguntarle:
-¿Cómo te fue con el nuevo sensei?
Raiko nada más se volvió un momento, clavándole una mirada asesina (era bastante habitual cuando andaba de mal humor que mirase a todo el mundo con cara de psicópata, o sea casi siempre), y replicó:
-El tipo es un imbécil. Definitivamente esta es la peor idea que ha tenido el abuelo.
Luego continuó su camino, dirigiendo la vista hacia el cielo infinito y rogando para que mañana el idiota de Kakashi tuviese un accidente o algo que le impidiera llegar. <<Si piensa llegar tarde, mejor que no lo haga... nunca>>, pensó, con una temible sonrisa irónica.

Capítulo 3: La máscara de Kakashi

Al día siguiente, Raiko se levantó de buen humor (eso era un suceso memorable; normalmente se levantaba de un humor de perros, pero durante el día fingía para no asustar a la gente), dispuesta a perdonar lo que fuese. Luego de pensárselo mucho, había llegado a la conclusión de que talvez el abuelo tenía razón, y que no había ningún motivo coherente para afirmar que Kakashi fuese un total inútil... a lo mejor era un buen maestro, quien sabe, se dijo a sí misma mientras se dirigía hacia el lugar en que debían encontrarse.
Esta vez, a pesar de que no llegó tan tarde, Kakashi tampoco llegó a la hora exacta. Raiko hizo gala de una paciencia muy poco habitual en ella, y Kakashi, que se había preparado para enfrentar a una chica totalmente diferente, pareció algo desconcertado al ver esto.
-¿Cómo estás hoy?-le preguntó, con cierta desconfianza.
-Bien... -la chica estuvo tentada de replicar con alguna cosa mordaz (en realidad no sabía por qué, pero estando con ese tipo no podía evitar sentirse tensa; talvez por eso le caía tan mal)-. Supongo que mejor que ayer.
-De acuerdo, en ese caso podemos comenzar-replicó Kakashi, aliviado al comprobar que ella no iba a saltarle encima ni a comenzar a insultarlo-. Lo primero que haré será evaluar tu condición física, ¿bien?
Súbitamente, la chica sintió una oleada de desconfianza.
-Espera-dijo, sin poderse contener, al ver que él se la acercaba. Levantó sus ojos de caramelo y los clavo en el rostro del sensei-. ¿Eres una buena persona?
Apenas dijo esto, se sintió otra vez como una niña. Sus palabras sonaron inocentes, casi tontas, pero no encontró otra manera de expresar lo que quería decir. Kakashi se detuvo a un par de pasos de ella, sorprendido por esa pregunta.
En sus veintiséis años de vida, nunca se le había presentado la ocasión de plantearse esa cuestión. Ser un ninja implicaba asesinatos, torturas y cosas mucho más crueles; no había tiempo para ponerse a pensar en el bien y el mal, que se fundían estrechamente casi hasta resultar irreconocibles. Las palabras de Raiko lo azotaron, y combinadas con la mirada penetrante de aquellos ojos cobrizos, resultaron como un vendaval. Inclusive se sintió impulsado hacia atrás como por la fuerza de un viento muy potente.
-¿Eres buena persona?-repitió Raiko-. Quiero decir... ¿no intentarás abusar de mí o algo?
Kakashi se tomó unos segundos para responder.
-Sí, supongo que soy una buena persona-replicó-. Y no, no pienso abusar de ti. Aunque, si fuera a hacerlo, ¿crees que te lo diría?
La chica sonrió levemente, dándose cuenta de lo estúpido de la situación.
-No, supongo que no-respondió-. Probablemente lo vería en tus ojos... bueno, tu ojo.
Kakashi empezó a girar lentamente alrededor de ella, observándola atentamente desde todos los ángulos. Raiko comenzó a sentirse incómoda. No le gustaba que la rodearan así; se sentía como una gallina siendo examinada por un zorro antes de que este se la trague con todo y plumas. Pero se obligó a permanecer quieta en su lugar, aunque no pudo relajarse por completo.
Kakashi examinó atentamente a Raiko. Se fijó en que no era muy alta, y que sus piernas eran algo cortas; por otro lado, sus brazos y piernas se veían fuertes y sus manos parecían también muy fuertes. Como mantenía los músculos tensos, notaba claramente su contorno bajo la piel morena. Sin poderlo evitar, también se permitió pasear un poco la mirada por las curvas de su cuerpo. Talvez era un poco plana por el frente, pero tenía una cintura bien marcada.
Súbitamente, se agachó junto a la pierna derecha de Raiko y permaneció así, contemplando atentamente una pequeña cicatriz algo pálida que resaltaba imperceptiblemente en la piel dorada, que sobresalía justo abajo del borde de su corta falda roja.
Raiko dio un respingo al verlo tan cerca, y algo sonrojada, inquirió:
-¿Sucede algo?
Sin pensar mucho en lo que decía, Kakashi replicó:
-Tu falda debería de ser más corta... -Trató de detenerse, pero fue muy tarde: Raiko ya había tenido tiempo de sobra para interpretar mal sus palabras. La chica ya se había puesto roja hasta la raíz del cabello-. ¡No! Quise decir... yo... yo no...
-¡¡¡¡¡¡KYAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH! !!!!!
El aullido que soltó Raiko nada más fue superado por el golpe que le dio a Kakashi en la mandíbula, un terrible puñetazo que el desafortunado sensei no pudo esquivar aunque ya lo había previsto. El golpe lo levantó en el aire, y Kakashi cayó tres metros más allá, medio atontado, mientras Raiko, indignada, comenzaba a gritarle de nuevo tantos improperios como se le ocurrían.
-¡Sabía que no debía confiar en ti!-gritó Raiko, finalmente, y mientras tomaba aire para continuar, Kakashi replicó:
-¡No lo dije con esa intención!
-¡Sí claro! ¡Eres un cerdo y un depravado!-exclamó la chica con desprecio, y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse, pero, rápido como un halcón, el sensei la agarró de un brazo y la detuvo. Sintiéndose atrapada, Raiko sucumbió al pánico: le lanzó un golpe a Kakashi, que él detuvo fácilmente, aunque tuvo que soltarla para hacerlo. La chica aprovechó para salir disparada en dirección al bosque.
En los años que llevaba en el Equipo Gai, Raiko había aprovechado para aprender también la velocidad de Gai-sensei, y no necesitó mas de unos cinco segundos para desaparecer de la vista de Kakashi. Sin embargo, él logró adelantarse, y la interceptó en un claro, deteniéndola con un rápido golpe en el estómago. Por un momento creyó haberlo logrado, pero entonces la figura de la muchacha estalló en una voluta de humo, y pudo ver como la verdadera Raiko salía a toda velocidad de entre los árboles y se perdía en la espesura como una flecha negra, dorada y escarlata.
Raiko había conseguido escaparse del terrible golpe de Kakashi y de paso había logrado distraerlo usando el Bunshin no Jutsu, que no era una de sus mejores técnicas, pero que de momento había funcionado. En realidad, confiaba más en su gran velocidad. Por eso se asustó bastante al ver que Kakashi había empezado a alcanzarla de nuevo.
Puede que ya hubiese perdido aquella cobardía, aquel miedo infundado que de pequeña la había obligado a temer a todo lo que se movía cerca de ella, sobre todo a la gente... pero en realidad, dentro de ella aún quedaba una parte que era capaz de dejarse llevar por el miedo. Una parte de sí misma le vociferaba que su miedo era estúpido, que volviese, que se detuviese, pero era demasiado tarde; Raiko había sucumbido al pánico y no podía escucharse a sí misma. El rostro oscuro de Kakashi le pareció como el fantasma maléfico que se escondía bajo su cama, cuando era muy pequeña.
Cuando sintió que los dedos de él le rozaban la espalda, dejó de pensar (el miedo le daba alas), y entonces hizo algo que nunca se le había ocurrido hacer a nadie: Se detuvo bruscamente, y bajó la placa que cubría el ojo izquierdo de Kakashi, de modo que también le cubriese el ojo derecho, y rápidamente se apartó de su trayectoria. Kakashi no pudo reaccionar a tiempo, y se dio de frente contra un árbol. Cayó de espaldas al suelo, y ahí se quedó.
Raiko se quedó parada unos instantes, mirándolo sin atreverse a creer lo que acababa de hacer. Aún tenía la respiración agitada por la carrera, y se llevó una mano al pecho para calmarse. Luego, se acercó sigilosamente un par de pasos en dirección a Kakashi. Parecía inconsciente. Por alguna razón, no pudo evitar una débil risa, que de puros nervios no sobrevivió más de unos segundos y se ahogó en sus labios. De pronto, una duda irresistible llegó a su mente al ver que él estaba inmóvil. ¿Qué escondería Kakashi-sensei bajo su máscara?
Impulsada por la duda cada vez más acuciante que la carcomía por dentro, se atrevió a acercarse un poco más. Kakashi no reaccionó. <<Supongo que no habrá ningún problema en que eche un vistazo si él no se entera>>, pensó, y olvidando la desconfianza, la prudencia y la disciplina que su abuelo le había enseñado que eran necesarias para ser una buena ninja, se acercó a gatas a donde estaba Kakashi.
Se recogió el cabello detrás de las orejas y se inclinó sobre el rostro del sensei inconsciente. Con infinito cuidado, le fue apartando del ojo derecho la placa con el símbolo de Konoha. Tenía unos dedos extraordinariamente precisos para las tareas delicadas, y efectivamente, Kakashi ni siquiera se movió cuando le retiró la banda. Entonces, Raiko, con aún mas delicadeza, adelantó la mano para quitarle la máscara... pero no llegó muy lejos. En ese preciso momento, Kakashi abrió nada más el ojo derecho, y le clavó la mirada de tal modo, que la chica se quedó totalmente paralizada.
-Tienes las manos frías, ¿sabes?-dijo Kakashi, y Raiko se puso roja de nuevo al darse cuenta de que su mano derecha reposaba sobre la mejilla de él. La retiró de inmediato. Lo había olvidado: sus manos frías. No importaba cuanto tiempo usara guantes, siempre tenía las manos heladas como las de un cadáver.
Kakashi se incorporó con cuidado; le dolía la cabeza, y sentía una punzada aguda ahí donde la chica lo había golpeado. Cuando pudo ponerse de pie (no sin cierta dificultad), miró a Raiko, quien seguía sentada en el suelo, a medio camino entre la rabia, la culpabilidad y la vergüenza. La chica no se atrevía a mirar a sus sensei a la cara.
-Perdón-balbuceó, con un hilo de voz y de bastante mala gana-. No pensé que... yo nada más quería...
No se le ocurría nada que decir; todo le sonaba estúpido. No era que tuviese mucho orgullo (aunque era bastante), ni que no le gustase pedir perdón (en realidad no le importaba mucho), si no que en aquellos momentos se sentía como una imbécil y no tenía idea de qué decir. Finalmente, optó por callar, y tímidamente, se atrevió a levantar la mirada.
Apenas lo hizo, se echó para atrás bruscamente. Kakashi, sin que ella se diese cuenta, se había arrodillado frente a ella, con el rostro a escasos centímetros del suyo. Raiko se volvió a sonrojar violentamente; el ojo visible del sensei se le incrustó como un puñal. Pero lo que más la desconcertó fue ver como, súbitamente, lo que podía ver de su rostro adoptaba una expresión sonriente.
-No tiene importancia-le dijo Kakashi, y su voz lo confirmó: el tipo sonreía detrás de su máscara-. Pero en el futuro, procura no hacerlo.
Raiko asintió, significativamente más tranquila, y se levantó.
-¿Por qué corriste de esa manera?-preguntó Kakashi, pero al ver la expresión de Raiko (una ceja levantada y los ojos llenos de la más pura ironía), se corrigió de inmediato-. Digo... discúlpame por lo de antes. No quería decir eso.
Notó que ella no le creía, y como no hablaba, dedujo que quería una explicación.
-Lamento que lo hayas interpretado de ese modo-continuó-, pero me llamó la atención la cicatriz que tienes en la pierna derecha. Parece bastante reciente. ¿Cómo te la hiciste?
-No es tan reciente como parece-replicó Raiko, adoptando nuevamente su expresión irónica-. Me la hice cuando tenía como cinco años. Me caí de un árbol, de la rama más alta.
Cuando pronunció esta última frase, un recuerdo revoloteó en la mente de Kakashi tan solo un par de segundos y desapareció, tan velozmente que no pudo procesarlo con claridad. De modo que apartó la sensación de su mente y volvió a concentrarse en Raiko.
Pero cuando iba a volver a hablarle, se dio cuenta de que esta vez la chica había desaparecido por completo, y de que estaba solo de nuevo en el claro. <<Qué chica tan rara>>, pensó, luego metió las manos en los bolsillos y se marchó caminando tranquilamente.

Capitulo 4: La dieta de Raiko

Mas o menos cuando Raiko ya llevaba una semana entrenando con Kakashi (la chica no lo sentía como un entrenamiento especial; básicamente consistía en enfrentarse con él en combate cuerpo a cuerpo, y aun no lograba ni siquiera tocarlo, ella en cambio tenia el cuerpo cubierto de moretones) en relativa paz, volvieron a tener una pelea, y para variar, por una estupidez.
(Sé que, como escritora de fanfics, mi deber es informarles de todo para que ustedes, mis lectores, no se sientan confundidos al-valga la redundancia- leer mis fanfics... pero como fiel seguidora de las ideas de Shikamaru Nara, considero que como a cada rato entre Raiko y Kakashi hay una pelea, resultaría muuuuuuy aburrido y repetitivo escribir a cada rato por qué se pelean. Y además ustedes tienen imaginación, pueden inventar lo que sea. Disculpen este paréntesis y volvamos a la narración.)
El caso es que ese día, Hinata y Naruto se encontraban muy tranquilos paseando juntos (para Hinata no podría haber sido mejor), cuando de pronto vieron una bandada de pájaros elevarse desde un árbol cercano, espantados por unos gritos airados provenientes del bosque. Segundos después, vieron a Raiko aparecer, con su famosa mirada asesina en los ojos, y un aire tan psicológicamente alterado, que Hinata se ocultó instintivamente detrás de Naruto. Él protestó mentalmente, buscando también algo o alguien detrás de quien esconderse.
-Hola, Raiko-saludó con cierta timidez-. ¿Como te... ?
-No me preguntes como me fue o te descuartizaré-espetó ella. En eso, vio a Hinata, quien la miraba con gran nerviosismo, y sonrió. Le había tomado un gran cariño a Hinata por alguna razón que esta no lograba comprender; en realidad, Raiko había decidido tomarla bajo su protección porque le recordaba la pequeña solitaria, tímida y triste que había sido una vez-. Ah, hola, Hinata.
La chica sonrió al ver que Raiko parecía haberse tranquilizado.
-Hola, Raiko-la saludó, saliendo de detrás de Naruto-. ¿Que fue lo que te hizo esta vez Kakashi?
Raiko resopló.
-Parece que nació para fastidiarme-dijo, con cara de hastío-. Resulta que ahora quiere ponerme a dieta.
-¿Y porqué?-inquirió Naruto, que en realidad no pensaba que Raiko necesitase hacer ninguna clase de dieta.
-No quiso decirme-replicó Raiko, frunciendo el ceño y apartándose un mechón de cabello castaño con la punta rojiza de la frente-. Apuesto que es nada más para molestarme...
-¿Y seguirás la dieta?-preguntó Hinata, mientras echaban a andar por la calle soleada.
-¡Por supuesto que no!-exclamó su amiga con vehemencia-. De hecho, ¿saben qué voy a hacer? ¡Los invito a almorzar ahora mismo!
-Pero... son las 11 de la mañana... - protestó débilmente Hinata, sorprendida. En cambio Naruto pareció encantado por la idea, y no dijo nada mientras Raiko los arrastraba al interior del restaurante más cercano. Una vez adentro, los tres se sentaron y cada uno pidió (Hinata casi lo hizo obligada) un plato de ramen. Cuando Raiko pidió la orden, el camarero la observó unos instantes mordiéndose el labio con aire dubitativo.
-¿Sucede algo?-inquirió Raiko, al notar su mirada algo preocupada. El hombre despertó con un pequeño sobresalto y replicó nerviosamente:
-No, nada, señorita... enseguida vuelvo-Tras lo cual hizo una torpe inclinación y salió corriendo. Naruto presintió algo extraño y comentó:
-Raiko, no sé por qué, pero presiento que Kakashi-sensei no va a dejarte desobedecer tan fácilmente-Raiko lo fulminó con sus ojos ambarinos y replicó:
-Que intente detenerme entonces.
En ese momento apareció el nervioso camarero, seguido por el dueño del restaurante, que también se veía algo nervioso.
-¿Pasa algo malo?-preguntó Hinata cuando llegaron junto a su mesa. El dueño y el camarero hicieron una profunda reverencia, y el primero dijo con voz temblorosa, dirigiéndose a Raiko:
-Disculpe, señorita, pero no podemos servirle lo que pidió.
-¿Y... por qué?-preguntó ella, tras un silencio tenso. El dueño del local levantó un poco la mirada con aire suplicante.
-Es que...es que...-tartamudeó, y luego tragó saliva haciendo un ruido curioso y respondió:-. Recibimos órdenes de su sensei de no servirle nada porque usted estaba a dieta.
Raiko se quedó boquiabierta por más o menos un minuto, al igual que Naruto y Hinata. Finalmente, con los ojos llenos de electricidad como el aire antes de una tormenta, logró articular unas cuantas palabras:
-¿Mi... sensei? ¿Un tipo con una máscara?-El nervioso dueño del restaurante asintió, y el camarero, quien ya no podía mas de los nervios, se atrevió a decir:
-Llegó a decirnos que por ningún motivo le sirviéramos nada una joven con el cabello teñido de rojo, pues estaba llevando a cabo un entrenamiento especial y estaba a dieta-Al oír esto, Raiko perdió por completo los estribos.
-¡¡¡¿CÓMO QUE PELO TEÑIDO?!!!¡¡¡EL COLOR ES NATURAL!!!
Les tomó cerca de media hora a Naruto y Hinata tranquilizar a Raiko, quien estaba tan furiosa que parecía capaz de matar al primero que se le pusiera enfrente. Finalmente, luego de muchos argumentos que no parecieron muy efectivos, lograron llevarla al bosque, y ahí Raiko se desahogó acuchillando con un kunai un árbol hasta convertir buena parte de su tronco en un montón de astillitas diminutas.
-¿Cómo se le ocurrió hacerme esto?-se preguntaba una y otra vez, mientras atacaba con furia el grueso tronco, que ya no era tan grueso-. ¡Si lo tuviera enfrente lo golpearía hasta matarlo, lo juro!-exclamó finalmente, y ciega de rabia, le dio un puñetazo al tronco que arrancó el árbol de cuajo. Hinata y Naruto se miraron entre ellos, y él se atrevió a comentar:
-Sería inútil, de todos modos ni siquiera has logrado tocarlo durante los entrenamientos.
Raiko permaneció inmóvil dándoles la espalda y frotándose el puño derecho, que tenía rojo y adolorido por el golpe que acababa de dar. Finalmente, se volvió hacia ellos con una sonrisa de psicópata que ninguno de los dos interpretó como una buena señal.
-Pero hay muchas maneras distintas de golpear... -comentó simplemente, y sus ojos centellearon con malicia.

Al día siguiente, Kakashi decidió que no tenía muchas ganas de cocinar. De modo que se dirigió a su restaurante preferido, muy contento, si dejar de leer su libro, como era su costumbre. Hinata, Naruto y Raiko, por supuesto, no lo perdían de vista ni un momento. Raiko no tenía intención de perderse la cara que pondría Kakashi al ver su excelente trampa, en la que solo un autentico imbécil caería, según dijo Naruto.
-Justamente por eso estoy tan segura de que funcionará con Kakashi-fue la alegre respuesta de Raiko.
Kakashi, según era su costumbre, se dirigió a la entrada del local sin apartar la vista del libro; no se dio cuenta de que algo andaba mal hasta que fue muy tarde, y se estrelló de frente contra la puerta cerrada.
-¿Qué demo...?-masculló, sorprendido, al levantar la mirada. Efectivamente, la puerta del restaurante estaba cerrada, y al parecer no había nadie adentro-. ¿Qué sucede?
Y entonces lo vio: un rótulo blanco, en donde habían escrito con grandes letras rojas CERRADO POR VACACIONES. En ese momento oyó unas carcajadas a su lado, y al volverse vio nada más y nada menos que a Raiko y Naruto muertos de la risa, y a Hinata, que con costos se mantenía seria.
-¡Tenías razón, Raiko!-exclamó Naruto, entre las carcajadas-. ¡Eso fue irrepetible!
-¡Te... lo... dije!-artículo con dificultad Raiko, también entre carcajadas. Se acercó a Kakashi, y le puso una mano en el hombro como si fuese un viejo amigo-. Deberías haber visto tu cara... te viste tan gracioso al ver el rótulo.
Kakashi cambió su expresión (que oscilaba entre desolada, perpleja e incrédula) por una tan iracunda, que a Naruto y a Hinata se les cortó la risa de inmediato. El sensei agarró Raiko por los brazos y la hizo mirarlo a los... al ojo. La chica mantuvo su mirada, aun con expresión satisfecha.
-¿De qué se trata todo esto?-preguntó Kakashi, con una voz verdaderamente temible. Raiko le sacó la lengua, se desprendió de él y replicó:
-Es venganza. Ojo por ojo y diente por diente. Tú pagaste para que en todos los restaurantes de Konoha se negaran a servirme lo que fuera, y yo hice que el dueño de tu restaurante preferido se fuera de vacaciones. Pobre, lo necesitaba... -comentó, a modo de burlona conclusión.
-¡Eres una...!-comenzó a decir Kakashi, pero entonces se detuvo e inquirió:-. Oye... ¿cómo supiste que era mi restaurante preferido?
En ese momento, Raiko se dio cuenta de que no tenía la menor idea.
-No... no lo sé-balbuceó, confundida por la pregunta-. Pensé en eso porque también es mi favori... ¡no, espera!-exclamó, sonrojándose al comprender lo que decía-. ¡No quise decir... no era... yo no...!
Naruto vio la expresión de satisfacción en el rostro de Kakashi mientras contemplaba a Raiko enredarse con las palabras, y pensó que Kakashi no era tan tonto como le había parecido a Raiko. Sonrió al pensar en lo boba que se veía Raiko tratando de justificarse, y decidiendo que era mejor marcharse antes de que ella tratase de desahogar su rabia en él, se volvió hacia Hinata:
-Vamos, Hinata-le dijo, y los dos echaron a andar, dejando solos a la confundida Raiko y al victorioso Kakashi.


Capítulo 5: El Festival de los Cerezos

Unas semanas más tarde, después de que Raiko consiguiera estabilizarse psicológicamente (y Kakashi hubiera confesado que lo de la dieta era, efectivamente, nada más para molestar a Raiko), comenzaron los preparativos para el Festival de los Cerezos de Konoha, que se celebraba todos los años en primavera, más precisamente, el día del Equinoccio (NOTA DE LA ESCRITORA: NO conozco ni ñaña de las costumbres japonesas, nada más sé que los cerezos florecen en primavera y que el Equinoccio de Primavera es 2 días antes de mi cumpleaños).
Raiko estaba muy feliz. Ella cumplía dos días después del Equinoccio, o sea el 23 de marzo, y le encantaba ver los cerezos floreados. Bueno... y como a toda la gente, le encantaba cumplir años. De modo que esos días andaba de un humor excelente mientras ella y los miembros de su equipo decoraban todo. Ella y Tenten andaban de un lado para otro, contando chistes y riendo alegremente, cuando de pronto se toparon con Gai.
-Raiko, Tenten, les tengo noticias-anunció, con obvio buen humor.
-¿Qué sucede, Gai-sensei?-preguntaron las dos al mismo tiempo y con igual desconfianza, porque sabían que nada que pusiera tan contento a su sensei era bueno para ellas (un claro ejemplo era entrenar con Kakashi, o al menos eso decía Raiko).
-¡Les tengo una misión!-exclamó Gai, entusiasmado-. Tendremos que ausentarnos un par de días, pero...
-¡¿Un par de días?!-repitió Raiko con voz aguda-. Pero... pero...
-Gai-sensei-protestó Tenten-, eso significa que nos perderemos lo mejor de la fiesta...
-Además es mi cumpleaños-añadió Raiko, como si eso zanjara el asunto.
-¡Por eso!-exclamó Gai (<<aquí vamos de nuevo>>, pensó Raiko)-. ¡Nada mejor que una misión para celebrar tu cumpleaños y aprovechar tu juven...!-se detuvo cuando vio la cara entre resignada y asesina de la chica. Estaba dejándole bien claro que si se atrevía a completar la frase, lo destazaría vivo.

Partieron ese mismo día (día del Equinoccio de primavera), los tres de bastante mala gana, y regresaron de la misión (que consistía en ayudar a restaurar los murales de un templo budista no muy lejos de allí) dos días después, de peor humor todavía si es que eso era posible. Con una prudencia instintiva de la que normalmente no hacía gala, Gai se decidió a no hablarles a sus alumnos. Aunque en realidad, no había que ser muy inteligente para darse cuenta de que estaban furiosos: Raiko tenía su famosa cara de asesina en serie, la cara de Tenten parecía la de alguien que acabase de ver su propio funeral, y Neji literalmente daba miedo. Lee era el único que no dejaba ver nada, primero porque su rostro no era muy expresivo, y luego porque no le gustaba que lo vieran cansado o algo así.
Raiko se repuso del enojo casi enseguida en vista de que ese día era su cumpleaños, y de que todavía quedaban dos días más de fiesta para disfrutar. Además, se dio cuenta de que llevaba casi cuatro días seguidos de no ver a Kakashi, lo que la hizo sentir aún más feliz. Corrió a su casa a buscar su yukata, prometiéndole a Tenten reunirse con ella en unos minutos.
No pasaron más de cinco minutos antes de que Raiko se diera cuenta de que su yukata no estaba por ninguna parte. Frenética, se puso a buscarlo por toda la casa.
-¡Abuelo!-exclamó al entrar corriendo a la sala, donde el Tercer Hokage, muy tranquilo, tomaba una taza de té-. ¿No has visto mi yukata, el azul? No lo encuentro por ningún lado...
-Lo siento pero no, Raiko-replicó su abuelo, sorprendido-. ¿No recuerdas en donde lo dejaste luego del festival del año pasado?
-No-replicó Raiko, con aire desolado.
-Entonces continúa buscando, y procura ser un poco más ordenada la próxima vez.
De modo que la pobre muchacha estuvo corriendo por toda su casa buscando su maldito yukata, que seguía sin aparecer.
Cuando calculó que Raiko ya llevaba demasiado tiempo arreglándose, Tenten comenzó a preocuparse. Corrió a buscar a Hinata.
-¡Oye, Hinata!-la llamó-. ¿No has visto a Raiko?
-No, hace bastante que no la veo-replicó la chica, también algo inquieta-. Talvez Sakura sepa algo de ella... ¡Sakura!¡Por aquí, Sakura!
-¿Qué sucede?-inquirió Sakura, acercándose-. ¿Porqué están tan preocupadas las dos?
-¿Sabes a donde puede haber ido Raiko?-le preguntó Tenten. Sakura lo pensó por unos instantes, y luego respondió:
-Bueno... la última vez que la vi estaba saliendo de su casa. Se veía bastante preocupada.
-¿Preocupada...?-repitió Hinata, pero entonces vio a su amiga aparecer por una esquina-. ¡Ah, ahí está! ¡Raiko! ¡Eh, Raiko!
Raiko se detuvo, buscando a la que la llamaba, y cuando las vio, corrió hacia ellas. Cuando se detuvo, tuvo que esperar un momento para tomar aire, apoyando las manos en las rodillas.
-¿Qué sucede?-preguntó Tenten, sorprendida-. ¿Porqué corrías así?
-Qué bueno que las encuentro, chicas-pudo finalmente articular Raiko-. Oigan, ¿ninguna de ustedes podría prestarme un yukata? Es que no logro encontrar el mío...
-Tienes que aprender a ser más ordenada, Raiko-la regañó Sakura.
-Lo sé-replicó la chica, sonrojándose algo avergonzada-. Eso mismo me dijeron el abuelo, Tsunade, Kurenai... Bueno, ¿tienen alguno que prestarme?
Las chicas se miraron entre ellas, y finalmente, todas negaron con la cabeza.
-Disculpa, Raiko-respondió Hinata, poniéndole la mano en el hombro en un gesto amable-. Pero creo que ninguna...
-Hola-dijo súbitamente una voz tras ellas, haciéndolas sobresaltar. Sakura se volvió para ver de quien se trataba.
-¡Kakashi-sensei!-exclamó cuando lo reconoció, a la luz vacilante de las lámparas de papel que iluminaban la noche.
-Genial-masculló Raiko lúgubremente, mirando para otro lado. Kakashi fijó su vista en ella.
-¿Qué se te perdió ahora?-le preguntó en un tono ligeramente irónico que Hinata no logró captar, pues fue la única que respondió:
-Raiko no encuentra su yukata por ningún lado, Kakashi-sensei.
-¿Ajá?-replicó Kakashi, y Raiko desvió la vista.
-Yo... -empezó a decir la chica, cuando de pronto Kakashi se colocó junto a ella y le dijo:
-Pruébate este-Y luego dejó caer sobre la cabeza de la chica algo que al principio nada más parecía un trozo de tela negra, pero que cuando se lo quitó de la cabeza y lo vio más de cerca resultó ser un yukata de color negro. Raiko lo miró con cierta perplejidad, y luego se volvió hacia Kakashi.
-Gracias... supongo-le dijo en un tono que más bien parecía una pregunta. Sakura le dio un leve pellizco en el brazo.
-¡Vamos, ve a ponértelo, no seas tonta!-le dijo para apresurarla-. Eres la única que falta.
De modo que, tras dirigirle una nueva mirada de perplejidad a Kakashi, salió corriendo para ponérselo. <<Ese sí que es un tipo raro>>, pensaba. <<¿Cuantas personas conozco que llevan un yukata en los bolsillos?>>. De todos modos, le estaba muy agradecida por él.
Unos minutos después-minutos durante los cuales ninguna de las chicas se atrevió a decir nada mientras miraban con fijeza y curiosidad a Kakashi (quien no parecía darse cuenta o en caso contrario, no le importaba)-, Raiko apareció ataviada con el yukata.
Las tres chicas se quedaron contemplándola, impresionadas, y hasta Kakashi parpadeó un par de veces, sorprendido. El yukata no era completamente negro, como les había parecido anteriormente, si no que tenía unos delicados dibujos de llamas rojas bordados, y el cinturón también era rojo. Combinaba a la perfección con el tono de piel tostada, los ojos dorados y el color rojizo de las puntas del pelo de Raiko.
-¿Se puede saber qué están mirando?-preguntó la chica, levantando una ceja al ver las caras embobadas de sus amigas, y estropeando el efecto romántico de la situación.
-¡Te... te ves genial, Raiko!-exclamó Sakura, mirándola con admiración.
-Gracias-replicó Raiko, con una leve sonrisa. Luego se puso seria, y se inclinó levemente ante Kakashi-. Muchas gracias por el yukata, Kakashi-sensei. Se lo devolveré en cuanto lo lave.
-No tiene importancia-replicó Kakashi-. Y puedes quedártelo. Es mi regalo de cumpleaños para ti.
Raiko se irguió, sorprendida y se sonrojó.
-Yo... yo... -tartamudeó-. Mu...muchas gracias... pero...
Kakashi se acercó a ella, le puso una mano en el hombro, y luego, sin decir nada, la soltó y se fue. Raiko se quedó ahí, de pie, sonrojada sin saber por qué. Tenten también estaba bastante intrigada. En los años que llevaba de conocer a Raiko, nunca la había visto sonrojarse... sabía que era verdaderamente difícil hacerla sonrojarse, dado su carácter rudo e hiperactivo, y sobre todo gracias a la costumbre que tenía de meterse en problemas vergonzosos (ya estaban acostumbrados en el Equipo Gai a pasar vergüenza a causa de Raiko y Lee).
Un rato después, cuando se separaron de Sakura y Hinata y se encontraron con Gai, Lee y Neji (ninguno de los tres pudo apartar la mirada de la figura de Raiko hasta que ella volvió al ataque con su ironía), tuvieron la segunda sorpresa. Una vez que se repuso de la impresión inicial, Gai le preguntó a Raiko de donde había sacado aquel traje. La chica volvió a arquear las cejas y replicó, algo incómoda por la mirada seria del sensei:
-Me lo pres... me lo regaló Kakashi-sensei... -Al decir esto tuvo que ejercer todo su autocontrol para no sonrojarse-. ¿Porqué la pregunta?
-¿Sabes de donde viene ese yukata?-preguntó Gai nuevamente. Sus cuatro alumnos se miraron entre ellos, algo intrigados por su insistencia.
-Pues... no-admitió Raiko finalmente.
-Raiko-empezó Gai luego de una pausa algo tensa-, ese era el yukata de la madre de Kakashi. Ella murió hace mucho tiempo, pero sé que Kakashi guardaba ese yukata como un tesoro.
-Entonces, ¿porqué me lo dio a mí?-preguntó Raiko, algo perpleja por la revelación. De acuerdo, totalmente perpleja por la revelación. Una vez más, Gai se tomó su tiempo para responderles. Si hacía eso a propósito para interesarlos más, lo estaba logrando, pensaron los cuatro al mismo tiempo.
-La madre de Kakashi le había prometido que el día en que él encontrase a la chica correcta, es decir, su prometida-Raiko, Tenten, Lee y Neji contuvieron la respiración, casi adivinando lo que seguía-, le regalaría ese yukata.
La sorpresa casi tira a la chica de espaldas. <<O sea que... ¿o sea que llevo puesto... el yukata de la prometida de Kakashi?>>, pensó, porque no le alcanzó la energía para decirlo en voz alta. Advirtió que Neji, Lee y Tenten la miraba, y no levantó la vista.
-Tendrás que agradecérselo mucho la próxima vez que lo veas-fue el único comentario de Gai, y ninguno volvió a tocar el tema en toda la noche. Pero para Raiko el asunto no acababa ahí. Al oír a Gai-sensei decir <<La chica correcta>>, le había venido a la mente un recuerdo tan escurridizo como una mosca, que si intentaba mirar directamente salía volando hacia otro lado, de modo que terminó resignándose a que no podría saber de qué se trataba. Le bastaba saber que estaba ahí.

Al día siguiente, cuando se encontró de nuevo con Kakashi, lo primero que hizo Raiko fue, como le había dicho Gai que hiciera, agradecerle nuevamente el yukata, aunque no se atrevió a decirle a Kakashi la razón.
-Muchas gracias de nuevo por el Yukata, Kakashi-sensei-le dijo, inclinándose de nuevo en un a breve reverencia. Kakashi la miró con curiosidad. Estaba acostumbrado a una Raiko totalmente distinta-. Cuidaré de él como un tesoro-añadió la chica, mirándolo con una sonrisa algo débil.
-Ya te dije que no tenía importancia-replicó Kakashi, sonriendo (ustedes saben como). Se quedaron en silencio un momento, deseando los dos que el otro dijera algo, pero como al final nada sucedió, el sensei optó por marcharse-. Bueno... hasta luego.
-Adiós.
Kakashi comenzó a alejarse, pero entonces oyó a Raiko llamándolo.
-¡Espera!
Se volvió hacia ella, y la chica sostuvo su mirada con sus ojos color caramelo.
-Kakashi... ¿porqué me lo regalaste?-le preguntó con voz mucho más firme de lo que cabía esperar por su aspecto intimidado-. Sé lo que significaba para ti... por eso me extraña tanto que me lo hayas dado. Nada más quisiera que me dijeras porqué me lo regalaste, por favor.
Él se quedó silencioso en inmóvil unos momentos, sorprendido, a pesar de que una parte de él ya había anticipado la pregunta. Finalmente le volvió la espalda, y replicó, mientras echaba a andar:
-Porque quería cumplir mi promesa.
Raiko se quedó ahí, mirándolo alejarse y pensando en su críptica respuesta, que estaba segura de comprender, a pesar de no tener idea de lo que significaba.

Capítulo 6: La verdad acerca de Raiko

Unos meses más tarde, el Tercer Hokage llamó a Kakashi para hablar con él. A pesar de que ya sabía más o menos de qué se trataba, se sentía algo inquieto. En realidad, aunque no le gustase admitirlo, estaba muy nervioso.
Cuando llegó a la oscura oficina, nada más había dos personas. El Tercer Hokage sentado detrás de un escritorio, y Gai, que parecía serio y maduro (eso sí que era raro). Notó que los dos estaban igual de nerviosos que él.
-Creo que saben porqué los llamé-dijo finalmente el Hokage, mirándolos fijamente, luego de que se saludaran en silencio. Volvieron a quedarse callados, y luego Gai preguntó:
-Es por Raiko, ¿o me equivoco?
El Tercer Hokage asintió con la cabeza. Parecía más viejo que de costumbre, pensó Kakashi.
-Ya han pasado casi siete años desde que murieron Chieko y Haruko, los padres de Raiko-comentó el anciano-. Pero aún no me he sentido con el valor suficiente como para decírselo...
Gai y Kakashi intercambiaron una mirada.
-¿Desea que seamos nosotros los que se lo digamos?-inquirió el primero.
-¿Digamos?-repitió Kakashi, arqueando una ceja en un gesto irónico muy parecido al de Raiko.
-Bueno... quise decir... ¿desea que yo se lo diga?-se corrigió Gai. El Tercer Hokage asintió.
-Sé que Raiko confía en ti más que en nadie-replicó-. Inclusive confía más en ti que en mi, y eso que yo la crié. Eres como su padre.
-¿Ah... sí?-dijo Gai, pensando en la niña intransigente e irritable con la que se la pasaba peleando todo el día. El Hokage sonrió, pensando que si Raiko se enteraba de que le había dicho a Gai que lo apreciaba seguramente lo estrangularía.
Kakashi miraba por la ventana, ajeno a todo lo que decían; Gai y el Tercer Hokage casi se habían olvidado de él, cuando de repente hizo oír su voz.
-¿Hay alguien más que sepa lo de Raiko aparte de nosotros?
El anciano se puso serio de repente.
-De hecho, sí-replicó, con una nota algo metálica en la voz-. Y por esa razón te mandé a llamar...

Raiko se encontraba de nuevo en el claro en que había conocido a Kakashi. No sabía por qué razón sus pasos la habían conducido hasta allí, pero en todo caso no tenía un objetivo específico al que quisiera ir cuando comenzó a caminar, así que dejó que su mente vagara distraída mientras se sentaba con la espalda apoyada contra un tronco y observaba a las mariposas danzando en los charcos de sol que se filtraban por las ramas.
En ese momento, la devolvió a la realidad un sonido de pasos ligeros detrás de ella. Eran tan suaves que, de no ser por su antigua fobia a todo lo que se movía demasiado cerca de ella (que había aguzado sus sentidos de manera casi irreal), no los habría oído. A pesar de que una curiosa sensación de mal presentimiento le pasó por la mente, permaneció sentada tranquilamente. El único gesto que delataba su miedo era el temblor ligero de su mano mientras se deslizaba hacia la bolsa de su pierna para tomar un kunai.
-Finalmente te encontré.
Raiko se relajó un poco al oír una voz conocida. No era nadie que le cayera bien, pero al menos sabía que lo conocía y eso era suficiente.
-Eres un imbécil, Sasuke-replicó sin volverse-. Por poco me matas del susto.
Sasuke guardó silencio. Raiko se levantó, un poco de mala gana. No confiaba en ese tipo hermético y silencioso. Era como estar al lado de un cadáver; inclusive sintió como a su alrededor bajaba la temperatura y tuvo que reprimir un escalofrío.
-¿Qué quieres?-preguntó ella, con una desconfianza que le pareció extraña hasta para sí misma. La impresión de mal presentimiento volvió a su mente cuando Sasuke enterró sus ojos como cuchillos en su rostro.
-Raiko, creo que hay algo que te interesaría saber-dijo finalmente el chico, tras un silencio siniestro.
-¿Ah... sí?-dijo Raiko, pues no se le ocurrió decir otra cosa, mientras le devolvía tan bien como pudo la mirada gélida.
-Conoces mi historia, ¿no es así?-dijo Sasuke-. Sabes porqué soy el único Uchiha en Konoha, ¿verdad?-Raiko asintió lentamente. Había oído todo de labios de Sakura-. Mi hermano Itachi los asesinó a todos, menos a mí.
Raiko le dirigió una mirada inquisitiva.
-¿A qué viene todo esto?
-¿Hace cuanto murieron tus padres?
-¿Eh?
-¿Hace cuantos años murieron tus padres?-repitió Sasuke. Raiko sintió un nudo en el estómago. De golpe, regresaron a ella las horribles imágenes de aquella tarde en la que había visto arder su hogar, y los espantosos sentimientos de angustia, dolor y desesperación al enterarse de que su madre y su padre no volverían a estar con ella nunca más...
-No... no lo recuerdo exactamente-replicó con voz inarticulada-. Creo que unos... unos siete años. Pero...
-Tu familia murió exactamente en el mismo año que la mía, Raiko-dijo Sasuke, inexpresivo como una estatua de piedra-. En el mismo mes... y la misma semana.
Raiko juntó las piezas con dificultad en su mente, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para controlar el temblor en su voz cuando habló de nuevo:
-¿Quieres decir... -musitó-... que tu hermano también asesinó a... a mis padres?
Sasuke asintió lentamente, siempre inexpresivo.
-Pero... ¿porqué?-preguntó ella, sintiendo una extraña rabia dentro de ella-. ¿Porqué a mis padres?
-Raiko, te daré una pista-replicó Sasuke, y a pesar de que su rostro no cambió, ella creyó ver en el fondo de sus pupilas una siniestra sonrisa-. Itachi asesinó a todos los miembros del clan Uchiha.
-A todos los... -repitió Raiko, desconcertada. Aquella situación cada vez le gustaba menos. Se sentía como un pájaro acorralado; sentía una punzante necesidad de salir corriendo, pero a la vez las piernas parecían no responderle-. ¿Me estás diciendo...?
-Así es-asintió Sasuke-. Tú también...

Gai y Kakashi volvieron a encontrarse finalmente justo frente a las puertas de Konoha.
-¿Dónde se habrá metido?-inquirió Gai, preocupado-. Esa chica nunca aparece cuando uno la necesita.
-Yo siempre la encuentro-replicó Kakashi, un poco distraído.
-¿Dijiste algo?-preguntó Gai, quien observaba atentamente las sobras entre los árboles en espera de una señal de su alumna.
-No, nada...
Kakashi imitó a Gai y examinó el camino que se internaba entre los árboles. Efectivamente, cuando él buscaba a Raiko, siempre la encontraba esperándolo, en un mismo lugar... súbitamente, sintió un escalofrío, y a la vez una especie de pesadez en el corazón que lo inquietó. Gai y él intercambiaron una mirada.
-En cuanto encontremos a Raiko, me iré-le informó a Gai-. No creo que le agrade mucho que yo esté ahí cuando se lo digas...
-Si es que la encontramos-murmuró Gai, con un pesimismo que ni él reconoció como suyo.
-¡No digas eso!-replicó Kakashi, con vehemencia. Gai se le quedó mirando, sorprendido, y pasaron unos segundos antes de que Kakashi supiera porqué: él nunca hablaba con vehemencia. ¿Qué diablos le estaba sucediendo?-. Quiero decir... creo que ya sé en donde está.
Volvieron a intercambiar una mirada preocupada.
-No entiendo por qué estoy tan preocupado-dijo finalmente Gai-. Raiko desaparece todo el tiempo, y nunca avisa, y sin embargo, esta es la primera vez en que me siento realmente preocupado de que algo le haya sucedido.
-Bueno... no sé tú, pero yo tengo un muy mal presentimiento-replicó Kakashi, y salió disparado como una flecha en dirección al bosque, seguido de inmediato por Gai.

-Pero... pero... -Raiko no lograba encontrar las palabras. Todo se le quedaba pegado en la garganta, y notó en la boca un penetrante sabor a ceniza que le dio náuseas.
-Tu auténtico apellido es Uchiha, Raiko-dijo suavemente Sasuke, aunque su voz seguía neutra y peligrosa. Ella lo sentía como veneno entrando a través de su piel.
-Pero... ¿porqué?-logró finalmente decir Raiko-. ¿Como es que ellos nunca...?
-Como sabes, todos en el clan Uchiha poseen el Sharingan-replicó Sasuke-. Tus padres nacieron como miembros del clan Uchiha... pero como no heredaron el Sharingan, fueron desterrados. Se cambiaron el apellido a Akahi, y aunque juraron no volver a acercarse a los Uchiha, murieron tratando de defenderlos.
La chica se quedó en silencio, mirando fijamente hacia el suelo, aún con el amargo sabor en la boca. Murieron tratando de defenderlos...
-¿Porqué me dijiste esto?
-Lo único que deseo desde hace mucho es encontrar a Itachi para asesinarlo, y vengar así a mi familia-respondió Sasuke-. Y no puedo hacerlo solo.
-Ya veo-murmuró Raiko-. Creíste que si me decías todo esto me convencerías de ayudarte, ¿no?
Sasuke asintió. Sentía una amarga satisfacción.
-¿Qué dices? ¿Me ayudarás... prima?-preguntó, con una media sonrisa dibujada en los labios. Raiko levantó la mirada, y entonces Sasuke pudo ver el salvaje brillo en sus ojos.
-No-dijo sencillamente, y su rostro permaneció sereno aunque sus ojos llamearon intensamente.
-¿Qué...?-Sasuke se sorprendió desagradablemente-. ¿Cómo puedes decir eso? ¿No quieres vengar a tu familia, a tus padres?
-A mis padres sí-replicó Raiko, con la misma expresión neutra en su rostro-. Pero si con "familia" te refieres al clan Uchiha... no lo creo.
-¡Pero tú eres parte del clan Uchiha!-saltó Sasuke.
-No-rebatió Raiko nuevamente con estoicismo-. El mismo clan decidió echarnos a mí y a mis padres, por eso ya no soy una Uchiha. Además-añadió, y esta vez una sonrisa a la vez triste y feroz apareció en su cara-, ¿te parece que voy a ayudar a aquellos que despreciaron a mis padres nada más por una razón tan tonta como no heredar el Sharingan?
-Maldita sea... -siseó él. No había pensado en la posibilidad de que ella lo rechazara de ese modo. Se dio cuenta de lo estúpido que sería tratar de convencerla con sus argumentos ahora, pero aún así volvió a intentarlo una vez más:-. Raiko, en todo caso, aunque no quieras ayudarme... ¿no sientes que debes vengarte de Itachi?
-No soy tan tonta como crees, Sasuke-espetó Raiko secamente-. Primero que todo: si lo hiciera estaría colaborando contigo, y créeme, no me interesa hacerlo. Además, si Itachi asesinó a todo tu clan, ¿qué te hace pensar que no nos matará a nosotros también? Yo no sé tú... pero yo valoro mi vida.
Sasuke volvió a maldecir entre dientes. Ahora estaba furioso. El desprecio de Raiko era mucho más de lo que estaba dispuesto a soportar. Bueno, no quería llegar a esos extremos... pero si Raiko no se dejaba convencer por las buenas, tendría que hacerlo por las malas. De modo que, perdiendo ya todo su autocontrol, empezó a correr hacia ella, con la intención de hacerla trizas si era necesario.
En ese momento, cuando levantó el puño para golpear a Raiko, apareció de la nada una figura, interponiéndose entre los dos. Agarró el brazo extendido de Sasuke, y con un golpe seco en medio del pecho lo mandó a volar. El chico cayó de pie, agazapado como un gato, y todavía iracundo, miró al que lo había detenido.
-¡Kakashi-sensei!-exclamó, al reconocerlo. En realidad, le costó unos segundos saber que se trataba de él, porque nunca lo había visto tan enojado como ahora. El único ojo que podía ver y lo poco de su rostro que quedaba descubierto mostraban una ferocidad y una furia desconocidas hasta ahora por él.
-¿Se puede saber qué estabas tratando de hacer?-inquirió Kakashi, y su voz sonó tan peligrosa que el chico sintió ganas de retroceder (su orgullo fue lo único que lo mantuvo en donde estaba).
-Yo... yo... -tartamudeó, dándose cuenta que no se atrevía a decir nada.
-Vete-dijo Kakashi, cortante, con su voz peligrosa-. Vete ahora mismo.
-De... de acuerdo-replicó Sasuke, y desapareció en la espesura del bosque.
En cuanto Sasuke se perdió entre los árboles, Kakashi se volvió hacia Raiko.
-¿Te encuentras bien...?-Se detuvo antes de concluir la frase, consciente de que ella ya no estaba ahí. Gai, desconcertado, preguntó:
-¿Fue tras de él?
Kakashi miró alrededor de él, y una brisa ligera le agitó el cabello. Suspiró.
-No, no lo creo-dijo finalmente-. Y ya no siento que corra peligro alguno.
Gai suspiró también, y se fue sin decir nada; pero Kakashi se quedó unos minutos más ahí, con la mente en blanco, y luego comenzó a andar hacia el cementerio.
<<Lo sabe>>, pensó. <<Ahora ya lo sabe. Pero, ¿porqué tenía que saberlo así? ¿No ha sufrido ya lo suficiente...?>>.

Capítulo 7: Jugando con fuego

Kakashi encontró a Raiko en el cementerio. La chica estaba de pie ante la pequeña tumba en la que años antes habían enterrado a sus padres; permanecía serena, pálida y todo su ser exhalaba un halo de calor como un trozo de hierro al rojo.
-Hola-dijo Kakashi. Ella no dijo nada. Él se acercó y se quedó de pie junto a ella-. Raiko... ¿qué fue lo que te dijo Sasuke?
-Todo-replicó ella escuetamente.
-¿Estás enojada con él?
-Esa es una pregunta muy estúpida.
Volvieron a quedarse callados, y esta vez fue Raiko la que habló primero:
-Nunca había odiado tanto a alguien como en este momento-dijo, con una voz impregnada de rabia -. Aborrezco a Sasuke y a todos los miembros del clan Uchiha.
-Pero tú...
-Yo no soy una Uchiha-lo cortó Raiko secamente-. Ni tampoco mis padres.
La chica suspiró, cerró los ojos y apretó los puños.
-El abuelo me dijo que hay que amar a nuestra familia-dijo finalmente, y ahora su voz sonaba metálica, con un trasfondo de angustia-. Que no debemos hacerlos a un lado ni separarlos de nosotros, porque no importan nuestras diferencias, aunque los demás nos rechacen ellos siempre estarán ahí... -Raiko abrió los ojos, que brillaban más de lo normal-. Pero en el clan Uchiha le volvieron la espalda a miembros de su propia familia nada más por no haber heredado el estúpido Sharingan. ¿Cómo pudieron haber hecho eso?
Kakashi la observó unos instantes, y notó que hablaba con tristeza, casi con desesperación. Nunca había visto a Raiko en ese estado, tan confundida, tan asustada, tan deprimida. Cuando la chica volvió a hablar, su voz temblaba.
-Mis padres murieron por querer defender a quienes les habían dado la espalda-dijo-. La razón por la cual me hice ninja es porque considero que es la mejor forma de proteger a quienes amo. Yo no sería capaz de darles la espalda a ninguno de mis amigos por algo así, pues son como mi familia... ¿como pudieron hacer eso...? -lentamente, una lágrima desbordó de sus ojos y se deslizó por su mejilla-. ¡No soporto esto!
Y entonces todo el orgullo de Raiko (que había sido lo único que durante años le había impedido derramar ni una sola lágrima) cedió, y la chica se echó a llorar. Lloró de rabia, de dolor y de angustia. Sentía como el pecho se le desgarraba lentamente al sucumbir finalmente a la desesperación.
Comprendió que estaba sola, que su verdadera sangre le había dado la espalda y que ya no volvería a ser la misma nunca más, pues nunca podría volver a recordar a sus padres como antes. Sintió como el calor la abandonaba por completo mientras se derrumbaba de rodillas en la hierba frente a la lápida helada bajo la cual yacían los ataúdes vacíos de sus padres (nunca habían podido encontrar los cuerpos).
Estaba ahí, sintiéndose sola y desgraciada y despreciándose por su debilidad, cuando de pronto sintió como una mano cálida se cerraba alrededor de la suya. El contacto inesperado la hizo cortar su llanto en seco. Sorprendida, se volvió hacia el que la había tomado de la mano. Kakashi se encontraba arrodillado junto a ella, y la miraba con fijeza, al tiempo que sujetaba su mano con decisión. Raiko lo contempló, intrigada y vacilante; pero finalmente el agradecimiento le ganó a la desconfianza, y Raiko se abalanzó sobre él para abrazarlo.
Luego de más o menos tres minutos de permanecer abrazados, Raiko lo empujó bruscamente para separarse de él.
-Gracias-susurró con voz débil, mientras se secaba las lágrimas a manotazos, para intentar disimular el rojo de sus mejillas. Luego se puso de pie, y Kakashi la imitó, sin decir nada, pues entendió que ella había recuperado su orgullo, y cualquier cosa que dijera habría sido un insulto.
-Creo que me voy-dijo finalmente Kakashi. Raiko no dijo nada. Seguía sonrojada, y miraba hacia otro lado. De modo que él se dio la vuelta e hizo ademán de marcharse.
Pero entonces oyó la voz de Raiko de nuevo:
-¡Kakashi!
-¿Sucede algo?-inquirió él, deteniéndose y volviéndose hacia ella. La chica lo miraba ahora con sus grandes y empañados ojos de caramelo. El rubor sobre sus mejillas aumentó levemente.
-Yo... tú... cuando Sasuke intentó atacarme... tú me defendiste-balbuceó ella-. Y no entiendo por qué... después de todo... yo no te caigo muy bien que digamos, y...
-¿Quién dice que no me caes bien?-Raiko parpadeó, nuevamente confundida ante esta respuesta inesperada. Tuvo una súbita sensación de déjà vu, que se esfumó casi de inmediato, dejándola aún más desconcertada que antes, y ya no pudo decir nada más. Silenciosa y debilitada, observó como el sensei desaparecía entre los árboles, y luego ella también se marchó.

Tal y como Raiko había descubierto frente a la tumba de sus padres, no volvió a ser la misma. Seguía siendo la chica descarada, alegre y sociable de siempre; pero por otro lado, parecía tener ahora un poco más de delicadeza, y su agresividad había disminuido sustancialmente, aunque no dejaba de lado las escaramuzas con Gai por que ya eran una costumbre demasiado arraigada.
Muy pocos sabían la razón de su cambio: Lee, Tenten, Neji, Gai, Hinata y el Tercer Hokage. Ninguno más, por lo menos que ella supiera; no creía que Sasuke fuera a decírselo a nadie por miedo a quedar como un idiota, y Kakashi no era nada chismoso. Nadie hizo comentarios.
Aún así, Hinata y Tenten no resistieron ver a Raiko deprimida, y por esta razón decidieron hacer algo por ella.
-Oye, Raiko-le dijo un día Tenten-, ¿Qué te parece si vamos a acampar por unos días?
-¿Acampar?-repitió Raiko, algo distraída.
-Será divertido-aseguró Tenten-. Nada más Sakura, Hinata, tú y yo y el bosque durante tres días...
-Sí, suena divertido-dijo su amiga, un poco más animada-. Está bien.
Tenten la contempló durante algunos instantes, pensativa y algo preocupada. Raiko sorprendió su mirada, y arqueando una ceja inquirió:
-¿Se te perdió algo?
Tenten se echó a reír y le revolvió el pelo a Raiko; estaba feliz de comprobar que al menos la irónica Raiko no había desaparecido.
De modo que las cuatro chicas partieron al día siguiente al bosque, conversando animadamente, y concentrándose tan solo en las cosas más triviales del mundo como solo cuatro chicas que se pasan todo el tiempo entre chicos pueden hacerlo (NOTA DE LA ESCRITORA: No me odien por lo sexista de la afirmación, pero no tengo nada mejor que poner. Gomenasai, Scuzi, Sorry, Perdón. Ah, sí, y les aconsejo que busquen un recipiente para vomitar porque esto se va a poner muy cursi).
Pasaron dos días divirtiéndose y relajadas. Hinata, con su espíritu generoso, fue la única de las cuatro que se acordó que había otras personas aparte de ellas en Konoha y cazó un par de insectos para Shino. La última noche, mientras recolectaba las luciérnagas que se desplazaban perezosas en el aire fresco de la noche, sus amigas encendieron el fuego y se sentaron alrededor, pasándose entre ellas un cigarro que Raiko le había robado a Asuma (no era ninguna niña buena, hay que recordarlo) y conversaban muy tranquilas, contemplando la luna llena.
-¿Vienes, Hinata?-dijo Sakura, y la chica regresó al círculo luminoso del fuego. Mientras dejaba el frasco con las luciérnagas en su mochila con gran cuidado, Sakura comentó:-. Esto sí que es raro... probé el tabaco antes de tener mi primer beso.
-El primer beso... -murmuró Tenten, soñadora, abrazándose las rodillas y contemplando el fuego-. Me pregunto cómo será.
-Yo me imagino que debe ser algo muy hermoso-dijo Sakura, sonrojándose un poco-. Por lo menos, estoy segura de que el mío lo será...
-A menos que Ino se te adelante-intervino Raiko, pasándole el cigarro a Hinata, quien lo aceptó un poco desconfiada-. Eso sí me lo puedo imaginar... sería como la Bella y la Bestia.
-¡No te atrevas a llamar bestia a Sasuke!-saltó Sakura.
-¿Quién dice que la bestia sería Sasuke?-replicó Raiko, y todas se echaron a reír. Finalmente, Raiko había logrado aceptar que Sakura estaba perdidamente enamorada de Sasuke (aunque su odio hacia él no disminuyó), y además había descubierto que a ninguna de las dos le caía bien Ino.
-¿Cómo imaginas tu primer beso, Hinata?-preguntó luego Tenten. Hinata por poco se ahoga, pues el bochorno y el humo del cigarro se aliaron para quedarse pegados en su garganta.
-Bueno... yo... -tartamudeó, poniéndose roja como una cereza, al tiempo que visualizaba un rostro sonriente de ojos azules. Todas las chicas volvieron a reír.
-La verdad es que yo no tengo ni idea-dijo Tenten-. ¿Y qué tal tú, Raiko?
Raiko se tomó su tiempo para responder.
-Me parece que es un poco imposible imaginar algo que uno nunca sabe como ni cuando sucederá-replicó luego de un pensativo silencio-. Además, yo no soy como Hinata ni como Sakura, quienes saben exactamente a quién les gustaría besar -(las susodichas se sonrojaron al oír esto)-. Ni siquiera sé si me gusta algún chico en Konoha. No hay ninguno guapo (por lo menos en mi opinión)... y además todos son unos mocosos.
-Oye, no son mocosos-saltó Sakura-. No tienes porqué decir eso si nada más eres dos años mayor que nosotros, Raiko.
-Vamos, tiene que haber alguno que te guste-insistió Tenten con una sonrisa maliciosa-. No todos en Konoha son feos, hay algunos que están bastante bien.
-Sí, Raiko, no puedes negarlo-añadió Sakura, guiñándole un ojo-. Alguno te tiene que gustar.
-¿Porqué?-saltó Raiko, a la defensiva-. Sinceramente, a mí ninguno me parece muy guapo que digamos, pero te puedo decir por lo menos a veinticinco tipos espantosos ahora mismo: Gai, Lee...
-Sí, eso es algo a lo que nunca te logras acostumbrar-suspiró Tenten.
-Shino...
-Creo que tiene razón-admitió tímidamente Hinata.
-Shikamaru, Iruka... -agregó Raiko-. ¿No quieren seguir ustedes?, yo ya me cansé...
-Asuma-dijo Sakura.
-Kiba-añadió Hinata, y todas se le quedaron viendo. La chica se sonrojó-. ¿Qué? Es mi amigo, pero no es exactamente un tipo sexy.
-Kakashi-dijo de pronto Sakura, y todas se sorprendieron muchísimo cuando Raiko replicó:
-Para mí el gris no está tan mal-lo dijo sin pensar, pero cuando lo hizo, se dio cuenta de que esta vez no quería ocultarlo. Era algo bastante curioso.
-Raiko... -Todas la miraban, pero la chica no se sintió incómoda.
-¿De verdad... dijiste lo que creo que dijiste?-inquirió Tenten.
-Depende de lo que creas que haya dicho-intervino Sakura-. Porque si resulta que dijo algo que no es lo que tú crees que dijo, entonces estarías creyendo mal porque ella jamás habría dicho lo que tú creíste que dijo.
Las cuatro muchachas se miraron entre ellas y luego se echaron a reír.
-En realidad, creo que sí dije lo que creíste que dije, Tenten-murmuró Raiko luego de que dejaron de reír, con una extraña sonrisa en los labios.
-Raiko... Kakashi es por lo menos diez años mayor que tú-dijo Sakura, mirándola como si la viera por primera vez en su vida.
-Ya sabes lo que dicen-añadió Hinata, contemplándola con timidez-. Si juegas con fuego...
-...Te vas a quemar-completó Raiko, y se volvió hacia Hinata, con sus ojos color azúcar quemado relucientes como los de un gato-. Créeme, Hinata, si hay algo que sé es que el fuego quema.
Hinata bajó la mirada, turbada. Raiko alargó la mano hacia la hoguera y agarró un palito delgado con la punta encendida como la de un fósforo. Luego, ante los ojos incrédulos de sus amigas, se llevó la llama a los labios y se la metió en la boca, sin alterar lo más mínimo la expresión de su rostro. A continuación, se la sacó de la boca, y todas pudieron ver que estaba apagada.
-Pero se puede aprender a jugar con el fuego-susurró la chica, volviendo a echar la ramita a la hoguera. Sus amigas intercambiaron una mirada de curiosidad y preocupación.
<<Yo sé que puedo jugar con el fuego>>, pensó Raiko. <<De hecho, me gustaría intentarlo. Al principio duele, lo sé muy bien... pero uno puede acostumbrarse al dolor y finalmente dejar de sentirlo>>, añadió en su mente, recordando el orgullo lastimado que le había quedado después de su arranque sentimental frente a Kakashi. Pero es que además...
-Eres buena haciendo trucos con fuego-dijo de pronto Hinata, interrumpiendo sus cavilaciones-. ¿Podrías enseñarme a mí también a hacer eso que acabas de hacer?
-Sí, yo quiero aprenderlo también-intervino Sakura-. Quiero ver la cara de Naruto cuando vea que soy una come fuego.
Raiko se echó a reír y agarró otra ramita de la hoguera, mientras dejaba que otra parte de su mente vagara sin rumbo hacia una figura de cabello gris con el rostro cubierto que no le era totalmente desconocida.

Capítulo 8: Confesiones y sueños

Esa misma noche, Kakashi y Asuma subieron hasta lo alto de las murallas que rodeaban Konoha para ver la luna, que brillaba sobre el bosque como sobre un mar irregular del que de vez en cuando salían volando, con un débil sonido de alas agitándose, silenciosas aves nocturnas.
Asuma encendió un cigarro, y el humo se elevó en espirales plateadas en dirección al cielo. Estuvieron un buen rato en silencio, hasta que finalmente Asuma habló:
-Parece que ya te llevas mejor con Raiko.
Kakashi guardó silencio. Continuó contemplando el cielo aterciopelado y las estrellas como diamantes, como si no lo hubiera oído.
-Es curioso que desde hace más o menos uno o dos días, Raiko se ha mostrado mucho menos agresiva que antes-comentó Asuma, sabiendo que Kakashi no diría nada. Para su sorpresa, obtuvo una respuesta:
-¿Y?
-Ino dice que Raiko y tú estuvieron completamente solos en el cementerio ese día un buen rato-replicó Asuma, exhalando una nube de humo con aire casual. Su comentario tuvo esta vez el efecto deseado: Kakashi se volvió hacia él y lo miró con fijeza.
-¿Qué quieres decir?-inquirió Kakashi. Asuma sonrió con malicia.
-¿Qué estuviste haciendo con ella todo ese rato?-preguntó directamente, sin poder resistirse. Kakashi mantuvo su expresión inmutable, y luego volteó de nuevo hacia el paisaje nocturno. A pesar de su silencio, Asuma pudo notar que estaba por lo menos algo alterado por la pregunta.
-Nada-respondió finalmente Kakashi-. Nada...
Se maldijo a sí mismo por no haber sido lo suficientemente rápido para inventar una respuesta cuando Asuma se echó a reír.
-Te gusta esa chica, ¿no es así?-le preguntó luego. Kakashi no se atrevió a verlo a los ojos. ¿Cómo responder a eso sin parecer un cerdo o un anciano impotente?
-Yo... -empezó a decir, pero como no se le ocurrió nada, Asuma fue quién habló primero de nuevo.
-Escucha, Kakashi-le dijo, ahora un poco más serio-. Conozco bien a Raiko porque ha sido como mi sobrina durante más o menos siete años; puedo asegurarte que no quieres andar con ella.
-¿Y porqué?-inquirió Kakashi luego de otro breve silencio.
-Tiene un carácter de los mil demonios-replicó Asuma-. Ahora por suerte se apaciguó un poco, pero no deja de ser un peligro constante...
-No está tan mal-repuso Kakashi, un poco desafiante sin darse cuenta-. Tiene sus propias ideas y las defiende...
-Es demasiado dominante...
-No le gusta que le pasen por encima.
-Es muy vengativa...
-Ojo por ojo, diente por diente.
-¡Deja de defenderla!-estalló Asuma.
-No la defiendo-replicó Kakashi, y Asuma estuvo a punto de volver a replicar, pero la mirada burlona del otro le reveló que lo hacía nada más para molestarlo, y se obligó a tranquilizarse.
-Kakashi, ¿porqué no quieres escuchar lo que te digo?-suspiró finalmente, algo irritado. Kakashi no respondió, y Asuma dedujo la respuesta-. De verdad te gusta, ¿no?
-Es una chica distinta a todas las que he conocido-replicó Kakashi. Los dos se miraron a los ojos por unos instantes.
-Te vas a meter en problemas-dijo Asuma-. Esa chica es once años menor que tú. Ni siquiera es mayor de edad. Al menos espera a que cumpla los dieciocho.
-No pienso esperar más-replicó Kakashi.
-¿Esperar más...?-repitió Asuma, algo perplejo.
-La he esperado demasiado tiempo, y ya no pienso esperar más-dijo Kakashi, y luego de esta última afirmación dicha con desacostumbrada vehemencia, desapareció en la noche.

Al día siguiente, las cuatro chicas regresaron a casa, relajadas y felices. Mientras caminaban, hablaban animadamente. Hinata no tardó en darse cuenta de que Raiko no hablaba, si no que más bien permanecía concentrada y silenciosa.
-¿Qué sucede, Raiko?-le preguntó, tímidamente-. Pareces algo pensativa...
-Sí, no pareces haber pasado una muy buena noche-añadió Sakura, preocupada. Raiko sonrió con aire tranquilizador.
-No se preocupen por mí-replicó alegremente-. Nada más que anoche tuve un sueño... bueno, no era exactamente un sueño. Era más bien un recuerdo de mi infancia, que creía haber olvidado hacía mucho tiempo...
-¿Porqué no nos lo cuentas?-sugirió Tenten-. A lo mejor te hace sentir mejor...
Raiko sonrió de nuevo y asintió.
-Sí... creo que me sería más fácil recordarlo luego si lo cuento-replicó-. De acuerdo... todo comenzó cuando yo tenía cinco años...

Capítulo 9: Cabeza de Escoba

Todo comenzó cuando Raiko tenía cinco años. Era una de esas niñas algo desquiciadas y mimadas, que creen que pueden tenerlo todo y mandar a todo el mundo; esta creencia le servía a Raiko para ser autoritaria y hacer su santa voluntad.
No era más que una mocosa; pero era una mocosa perspicaz y determinada. También era muy alegre, como los son todos los niños a esa edad, pero contaba ya con un carácter explosivo que no iba precisamente a mejorar con los años. Lo bueno es que sus padres por aquel entonces todavía estaban junto a ella, y ella aún ni siquiera sospechaba nada acerca de la crueldad de la vida.
A Raiko le encantaba partir en heroicas expediciones a explorar el bosque. Esto desesperaba a su madre, quién temía que se perdiera y no pudiera encontrar el camino de vuelta a casa... pero a Raiko no le importaba: era una pequeña cretina, y había que admitir que tenía un excelente sentido de la orientación. A una edad en la que los niños no hacen más que jugar con la vista clavada en el suelo, ella podía levantar la mirada para mirar el cielo y encontrar el Norte, no importaba en donde se encontrase.
Fue durante una de esas excursiones solitarias al bosque cuando sucedió algo que la dejó marcada de por vida: Raiko conoció a su primer amor.

Era un día frío y gris; no había sol, y todo aparecía triste y deprimido. El bosque estaba envuelto en una delicada y helada bruma blanca, que se enredaba en las ramas de los árboles y se metía en el corazón y la mente. A la pequeña de cabellos bicolor, que avanzaba como una danzante llama en medio de todo el gris, no parecía importarle el clima. Iba muy tranquila, tarareando una melodía y mirando de vez en cuando hacia un lado o el otro para no tropezar con una raíz.
Súbitamente, un pájaro azul turquesa salió de la nada y se posó cerca de ella, y comenzó a cantar con una voz pura y cristalina. Raiko se detuvo para mirarlo con solemne curiosidad, con los ojos ambarinos muy abiertos para no perderse ni un detalle.
-Nunca había visto un pájaro como tú-le dijo al ave en cuanto esta terminó de cantar y volteó a verla con la misma curiosidad-. Supongo que cantas para atraer a tu pareja, ¿verdad?-(A esa edad Raiko ya estaba enterada de todos los secretos de la procreación; sus padres habían preferido explicarle porqué debía dejarlos solos a tener que echarla a cada rato de la habitación)-. Me pregunto por qué los humanos no cantan para atraer a sus novias...
El pájaro replicó con un suave graznido, como si comentara algo.
-Sí, supongo que sería muy raro-admitió Raiko. Era una pequeña imaginativa; no era raro verla fingiendo ser dos personas o hablando con animales y plantas. Estaba acostumbrada a hablar y a contestarse a sí misma-. Pero también sería bonito...
El ave azul soltó otro graznido, un poco más estridente, que parecía una risa.
-Bueno, lo admito, lo humanos no tienen una voz tan bonita-replicó Raiko, riendo-. Creo que tienes razón. Es una idea ridícula.
En ese momento, el fino oído de la niña captó un sonido muy leve que parecía venir de un poco más lejos. El sonido de alguien que tarareaba...
-¿Oíste eso, pájaro?-le preguntó al ave. Esta vez, el pájaro no quiso responderle, y desplegando el arco iris de sus alas, salió volando y se perdió en la niebla. Raiko se encogió de hombros y continuó escuchando. No estaba acostumbrada a los sonidos que no provenían de la naturaleza; habitualmente siempre estaba sola cuando venía al bosque. Un escalofrío le recorrió la espalda de repente. ¿Podía ser que se tratara de fantasmas? Después de todo, los bosques eran territorios mágicos, como le había dicho su padre. Entonces recordó a su madre, con su voz suave y su carácter realista y serio: <<Deja de llenarle la cabeza a Raiko con esas cosas, Haruko. Vas a traumatizarla>>.
Se apaciguó al pensar en eso. Si su madre decía que no había fantasmas, era porque no los había. Lo sabía porque ella siempre tenía razón más seguido que su padre. Pero, si no era un fantasma, ¿quien era?
La curiosidad infantil de la niña la indujo a deslizarse entre los árboles para llegar hasta donde estaba el que cantaba. Luego de caminar varios metros, finalmente se encontró en un claro vacío, solamente ocupado por unos trozos de bruma plateada. No había nadie. Raiko se erizó de terror al darse cuenta de que no había nadie cantando ahí... y que sin embargo seguía escuchándolo. Muerta de pánico, estuvo a punto de echar a correr, pero entonces oyó un movimiento arriba de ella, y se sintió como una estúpida al comprender que el que tarareaba estaba subido en un árbol. Con razón no lo había visto. De pronto, el sonido cesó.
-¿Quién anda ahí?-inquirió una voz de chico. Sonaba bastante joven. No tendría más de unos dieciséis años.
-Eh... ¿yo?-respondió Raiko, quien no sabía como responder a una pregunta de ese tipo. En su calidad de niña arrogante, tenía entendido que todos la conocían-. ¿Eras tú el que cantaba?
-¿Estaba cantando?-replicó la voz, un poco perpleja. Raiko sintió una nueva punzada de curiosidad. Quería ver el rostro de aquella persona.
-Eso creo-respondió-. ¿Puedo subir contigo?
La voz no respondió, y Raiko decidió darse el privilegio de creer que era una señal de asentimiento y empezó a subir. Tenía una gran agilidad para su edad, pero nunca había subido a un árbol tan alto, y trató de no pensar en como sería una caída. Más bien pensó en la cara de su madre si la viera encaramada allí(<<¡Raiko!¡Baja de ahí EN ESTE INSTANTE!>>), y sintió ganas de reír; pero cuando llegó a lo alto del árbol se esfumaron de golpe.
En una rama, no muy lejos de ella se encontraba una figura envuelta en un capullo de bruma. Nada más veía una borrosa silueta, pero pudo comprobar que, efectivamente, se trataba de un muchacho. Aunque así, de ese modo, parecía un fantasma... entonces el chico habló de nuevo, y su voz le trajo de vuelta a Raiko el valor, pues era una voz humana y no una de fantasma (en realidad, no tenía ni idea de como era una voz fantasmal, pero no creía que fuese algo muy agradable).
-Hola-dijo simplemente, y Raiko sintió una súbita simpatía por él. Estaba dispuesta a perdonarlo por no saber su nombre.
-Hola-replicó Raiko, y se movió cuidadosamente entre las ramas como un pequeño rayo de sol para verlo más de cerca-. ¿Cómo te llamas?
El chico no respondió. En ese momento, una suave brisa barrió el claro, y la niebla que envolvía la figura del desconocido se esfumó...

-¿Y era guapo?-interrumpió de repente Tenten. Todas la miraron con cara de asesinas por haber interrumpido la narración de Raiko; esta, por su parte, se rascó la cabeza con aire algo pensativo y replicó:
-Lo más curioso es que no me acuerdo de su cara-Todas suspiraron, algo decepcionadas, porque compartían la esperanza de Tenten-. Es como si no la hubiera visto en todo el sueño. Nada más recuerdo una mancha oscura.
-Bueno, continúa-la instó Sakura.
-Eso mismo-la apoyó Hinata. Y Raiko tomó aire y siguió explicando...

Raiko lo contempló con una mezcla de desconfianza, sorpresa y curiosidad infantil. Era, efectivamente, muy joven, no le calculaba más de dieciséis años. Era delgado y parecía bastante fuerte. A la pequeña le pareció bastante guapo, pero lo que le llamó la atención fue su cabello, totalmente gris plateado, como el de un anciano, pero en punta, como una escoba puesta al revés. Además, llevaba la cara tapada por una máscara negra (esta era la razón por la que no recordaría más tarde su rostro)que solo dejaba ver sus ojos negros y penetrantes.
-Qué pelo tan raro-comentó la pequeña, con ese descaro inocente y franco que todos los niños de cinco años tienen-. Pareces una escoba.
-Mira quién habla-replicó el chico, arqueando una ceja y fijándose en las puntas rojizas de ella. La pequeña rió: estaba acostumbrada a que le dijeran cosas sobre su pelo.
-Lo heredé de mi mamá-dijo orgullosamente-. Papá dice que tengo cabello de tomate.
En ese momento notó que el chico tenía algo en las manos. Parecía un libro... sí, era un libro. Pero no alcanzaba a leer el título (Raiko ya leía perfectamente a los cuatro años), no desde ahí. Inclinándose para tratar de leerlo, inquirió:
-¿Qué lees?-Para su sorpresa, el chico apartó con un gesto brusco el libro para que ella no pudiera ver el título.
-No... no es nada-dijo, con voz algo insegura.
-¿De qué se trata?-preguntó Raiko tratando de nuevo de ver la portada. El muchacho escondió el libro detrás de su espalda e inventó al vuelo una respuesta:
-Taijutsu-La chiquilla intentó de nuevo ver el título, pasando por detrás de él-. ¡Oye...!¿Qué haces?
Entonces Raiko lo miró, y con cierta incredulidad, comprobó que lo poco que se veía del rostro de Pelo de Escoba estaba sonrojado.
-¿Porqué te pusiste rojo?-le preguntó, olvidando de momento el libro para clavar sus ojos acaramelados en su rostro.
-Eh... bueno... yo... -Mientras el chico intentaba desesperadamente encontrar una excusa, Raiko se iba acercando más a él deslizándose como una ardilla entre las ramas; y llegó un momento en que la rama sobre la que se sostenía cedió y se partió. Con una exclamación de sorpresa, la pequeña empezó a caer. Mientras caía, la punta afilada de la rama quebrada se le clavó en la pierna derecha y le dejó una herida sangrante.
Más enojada por su idiotez que asustada, la niña observó como de pronto el rostro de Pelo de Escoba desaparecía de su vista para ser reemplazado por una confusa imagen de ramas y hojas; pero cuando empezaba a pensar en que parte de su cuerpo de rompería al caer al suelo, sintió como una mano firme la sujetaba por la muñeca y tiraba de ella hacia arriba. De pronto, se encontró abrazada al chico que acababa de conocer, temblando como una hoja por el susto.
-¿Te encuentras bien?-le preguntó Pelo de Escoba en cuanto ella hubo encontrado una rama más segura en la que apoyarse. Ella asintió. En ese momento vio algo que sobresalía del bolsillo del chico; y antes de que él pudiera hacer nada para detenerlo, agarró el libro y leyó el título: <<Paraíso Erótico>>. No le decía nada.
-¡Devuélveme eso!-exclamó el Cabeza de Escoba, arrebatándoselo y de nuevo ruborizado.
-¿Qué quiere decir "erótico"?-preguntó ella inocentemente.
-Es... taijutsu-replicó él, porque no se le ocurrió nada que decir.
-Ah... ya veo-dijo la niña, y no se dio cuenta de que su nuevo amigo emitía un quedo suspiro de alivio al ver que le creía-. Ah, por cierto, gracias por no dejar que me cayera.
-Estás sangrando-señaló el muchacho, al ver la herida en su pierna-. Seguramente te dejará una cicatriz.
-Bah, me han pasado cosas peores-repuso Raiko, haciendo un gesto para quitarle importancia-. Además, mi padre dice que cuando uno es ninja tiene muuuuchos accidentes todo el tiempo, y que tienes que acostumbrarte al dolor y no llorar cuando te haces heridas pequeñas.
Entonces fue cuando se fijó que el chico llevaba una placa con el símbolo de Konoha atada a la frente.
-¡Genial!-exclamó, abalanzándose sobre él. Con su irritante talento para extraerle las cosas a los demás, pronto tuvo la placa en sus manos, examinándola con adoración-. ¿Eres un ninja? ¿Qué grado tienes? ¿Eres muy fuerte? ¿Me enseñas algún Jutsu?
-Sí, soy un ninja-respondió el muchacho, armándose de infinita paciencia y apartándose el cabello de los ojos con una mano para poder vigilar los movimientos de aquella mocosa que tenía en sus garras su preciada placa-. Soy un Jounin, y supongo que soy fuerte... y eres muy joven para aprender algo de mí.
-¡No soy tan pequeña!-saltó indignada Raiko-. Ya tengo cinco años.
-De acuerdo, de acuerdo-la apaciguó él, tratando de no reírse-. ¿Me devuelves mi placa?
La niña lo desconcertó con una mirada de perrito bueno (sus ojos castaños eran más útiles de lo que parecían), y con una vocecita dulce y adorable le preguntó:
-¿Me la puedo probar? Por favor...
Él la contempló sorprendido. La mocosa era verdaderamente astuta para su edad.
-Está bien-accedió. Con una exclamación de alegría, Raiko se ciñó la placa a la frente, imitándolo; pero le quedaba algo grande, y no veía nada.
-¿Cómo me veo?-le preguntó, volviéndose hacia donde creía que estaba.
-Muy guapa-replicó él, quitándole la placa y volviendo a colocársela. La niña se sonrojó, halagada-. Eh... se me está haciendo tarde, debo irme. Fue un gusto hablar contigo. Hasta luego.
El muchacho saltó del árbol y empezó a alejarse, buscando un lugar alejado en el que pudiera reír hasta que le dolieran las costillas sin que la niña lo oyera. Sus pasos eran tan suaves que él apenas los oía, pero a medio camino descubrió que hacían una curiosa resonancia, como eco. Se detuvo. El eco se detuvo también. Qué curioso, nunca había habido eco en ese bosque.
-¿Porqué nos detenemos?
El chico lanzó una maldición a causa del susto y saltó a un lado instintivamente, tropezando con una piedra y cayendo sobre unos arbustos espinosos que amortiguaron su caída. Ahí, justo a su lado, se encontraba la niña loca. Eran sus pasos los que había confundido con el eco del bosque.
-¿Me estás siguiendo?-dijo, conteniéndose para no gritar, como le exigían sus orgullosos nervios humillados. La pequeña lo miró con cierta sorpresa.
-Pues claro-replicó con toda naturalidad-. ¿No hacen eso las novias con sus novios?
-¿Novios...?-repitió él, más desconcertado que nunca.
-Sí-dijo la mocosa de pelo bicolor-. ¿Qué acaso no te acuerdas? Yo soy tu novia-afirmó con total seguridad en sí misma.
-¿Desde cuando?-preguntó Pelo de Escoba-. Quiero decir... ¡Por supuesto que no!
-Pero si tú mismo me lo dijiste-repuso ella-. En el árbol, ¿ya no te acuerdas?
El joven maldijo de nuevo entre dientes mientras se desprendía con dificultad de los arbustos y se ponía de pie. Luego se acercó a la niña, se arrodilló frente a ella y le puso las manos sobre los hombros.
-Escúchame, niña-le dijo, con voz que cualquiera hubiera reconocido como peligrosa, pero que Raiko, acostumbrada a ser tratada como una princesa, no registró-. Yo NO soy tu novio, tú no eres más que una mocosa, y ahora mismo vas a regresar por donde viniste y a dejarme en paz, ¿entendido?
-Pero...-empezó a decir ella, y en ese momento oyeron voces que se acercaban por el camino.
-... ¡Ah, ahí está!
-Sí, no cabe duda de que es él.
Para la sorpresa de la niña, Pelo de Escoba lanzó un suave gemido de irritación que sonó como:<<Lo que me faltaba>>, y se levantó de mala gana para ver a los que se aproximaban. Se trataba de un chico y una chica, más o menos de la misma edad que él.
-¡Con que aquí estabas!-exclamó la chica, acercándose al chico, sonriente.
-Hola, Rin-replicó él, y discretamente le hizo un gesto con la mano a Raiko para que se escondiera detrás de él. La niña obedeció, aunque un poco desconcertada, ya que no entendía por qué...

-¡Qué chico tan cruel!-exclamó Sakura-. ¿Cómo pudiste enamorarte de un cretino que lo único que hacía era rechazarte como si nada?
Raiko, Tenten y Hinata se miraron entre ellas y luego le dirigieron una mirada irónica. A Sakura no le costó demasiado entender que no tenía el menor sentido criticar si ella estaba exactamente en la misma situación.
-Era una mocosa-suspiró Raiko, algo avergonzada-. Tú sabes lo idiota que es la gente pequeña.
-¡Sigue, por favor, Raiko!-intervino Hinata, algo impaciente-. ¿Qué pasó entonces?

-¿Qué estabas haciendo?-preguntó la chica que se llamaba Rin.
-Apuesto que estabas leyendo tu libro... y con las manos ocupadas-replicó maliciosamente el otro muchacho, que tenía el cabello negro y unos curiosos lentes. Rin se sonrojó, y furiosa, le dio un golpe en la coronilla, al tiempo que exclamaba:
-¡Eres un cerdo, Obito!¡No todos los chicos son tan pervertidos como tú!...

-Eso puede cuestionarse-se interrumpió Raiko, y todas se echaron a reír.

En ese momento, Obito notó algo detrás de su amigo. Nada más distinguía un poco de pelo rojizo, pero le bastó para hacer otra broma:
-¿Y eso? ¿Te salió cola?-la broma le costó otro golpe de Rin, pero finalmente ella también se agachó para ver, y entonces descubrieron a la pequeña Raiko oculta detrás de él. Cabeza de Escoba se tapó los ojos con la mano para ocultar su vergüenza cuando Obito se echó a reír escandalosamente:
-¿No te parece que esta es demasiado joven para ti?-rió, y esta vez Rin por poco lo tira al suelo. Raiko se preguntó como podía soportar el pobre de Obito todos esos golpes diarios sin que se le partiera el cráneo.
-¿Quién es esta niña?-preguntó entonces Rin con gran curiosidad.
-Soy la novia de Cabeza de Escoba-respondió entonces Raiko, antes de que él pudiera hacer nada para impedírselo-. Me llamo Raiko.
Entonces hubo un instante de silencio, y de repente Obito se echó a reír a carcajadas, casi llorando de la risa. Rin ni siquiera tuvo fuerzas para ir a golpearlo.
-¿Novia...?-repitió con voz temblorosa, y sus ojos despidieron rayos como si fueran nubes de tormenta.
-Eh... Rin...-Obito dejó de reír y ahora miraba a su amiga como si fuera una bomba a punto de estallar. Raiko comprendió con su habitual perspicacia que la chica estaba celosa, y sintió una punzada de orgullo: ya tenía una rival-. Oye, Cabeza de Escoba-dijo Obito, volviéndose hacia él-. Mejor vete de aquí. Te lo digo por tu propio bien.
De modo que, obedeciendo la recomendación de su amigo, el chico tomó a Raiko bajo el brazo como si fuera un paquete, y se internó entre los árboles, perdiéndose de vista inmediatamente y dejando las voces de los otros atrás. Una vez que estuvieron solos, Pelo de Escoba dejó a Raiko en el suelo, y se puso a ir de un lado para otro como una pantera encerrada.
-¿Estás muy enojado?-preguntó con timidez la niña. El chico se volvió hacia ella, y la ferocidad de su mirada la golpeó como un puñetazo.
-¿Enojado?-repitió él, con voz ahogada de rabia-. ¿Enojado? ¿Te parece que estoy enojado? ¡Pues no! ¡Estoy MUY, MUY CONTENTO!
Raiko retrocedió prudentemente un paso.
-¡Por culpa tuya Obito va a andar diciendo por todos lados que soy un pervertido!-exclamó el chico, alzando mucho la voz-. ¡Todo Konoha va a creer que quiero... convertirte en mi esclava sexual, o algo parecido!
Raiko estaba tan asustada que ni siquiera se atrevió a preguntar qué era una esclava sexual.
-Entonces... ¿ya no somos novios?
El chico se arrodilló frente a ella con un pequeño rugido de rabia, y la agarró con brusquedad por los brazos.
-¡¡TÚ NO ERES MI NOVIA!!-vociferó, y la niña se encogió, aterrorizada-. ¡¡NO ERES MÁS QUE UNA MOCOSA DESQUICIADA Y DESESPERANTE!!
-¡¡No soy una mocosa desesperante!!-gritó de vuelta Raiko, con lágrimas en los ojos.
-¡Mocosa irritante!
-¡Pelo de escoba!
-¡Enana descarada!
-¡Cíclope!
-¡Pulga!
Finalmente, Raiko se echó a llorar y gritó:
-¡Eres un idiota!¡Ojalá alguien te parta en pedazos y te arroje a los perros para que te coman! ¡No veles la pena si nada más vives preocupado por lo que los demás piensan de ti!-Y a continuación, salió disparada en dirección del bosque y se perdió en la penumbra, dejando al chico plantado...

-Vaya... ¿donde aprendiste a insultar así?-le preguntó Sakura, sorprendida.
-Mis padres a veces tenían escaramuzas-replicó ella con normalidad-. Pero inmediatamente se reconciliaban.
-Ese muchacho era un maldito-comentó Tenten-. Eras una niña, debería haber tenido más paciencia contigo.
-¿Y dices que fue tu primer amor?- intervino Hinata, algo sorprendida.
-Esperen a que termine-replicó Raiko, y continuó.

Raiko fue a desahogar su amargura a un pequeño escondite que había descubierto en sus paseos solitarios. Se trataba de un montón de matorrales muy altos que rodeaban un pequeño estanque. Solía ir a ese lugar a cazar ranas para tenerlas de mascota, aunque como su madre siempre terminaba obligándola a devolverla, había tenido que dejar a los animalitos en paz. Ese día se sentó entre los matorrales para llorar y despotricar contra el chico usando esas palabras que sus padres siempre le habían prohibido pronunciar.
-¡Ese hijo de...!-Soltó un fuerte insulto, y una rana que estaba ahí cerca lanzó un suave croar en tono de pregunta-. ¡No, no creo que esté exagerando!-replicó Raiko, volviéndose hacia el anfibio-. Menos mal que lo mandé a comer...-Añadió otra florida expresión, y la rana croó de nuevo, esta vez tratando de tranquilizarla. Raiko bufó con cierto desprecio-. ¡Bah! ¿Tú que sabes?
Se dejó caer de espaldas entre los matorrales y se quedó mirando el cielo blanco, plateado y gris con una mezcla de furia y nostalgia.
-Es una lástima que terminara siendo un...-Raiko agregó una nueva palabra, y concluyó su frase en un suspiro:-. Porque a mí me gustaba de verdad-. Se volvió y se colocó boca abajo para mirar a la rana a los ojos-. Pero siempre habrá otros, ¿no es así? Como dice mamá, sobran hombres en este mundo.
La rana croó una vez más, alegremente, y Raiko sonrió. Extendió una mano y la acarició con cuidado entre los ojos. El animalito cerró los ojos con regocijo y croó; entonces, de repente, los abrió, y sin decir ni siquiera adiós (por dios, Raiko, es una rana, se dijo la niña), saltó entre las plantas y se perdió de vista.
Al principio Raiko no entendió por qué; pero en seguida lo oyó: algo muy grande y pesado se acercaba a ella corriendo. La piel se le erizó la piel de espanto cuando comprendió como algo tan grande se movía tan rápido: era un animal de cuatro patas. Se puso en pie de un salto, y agarró una piedra con dedos temblorosos.
De pronto, hubo una agitación entre los matorrales frente a ella, y apareció el perro más grande que jamás había visto en su vida. Era casi de su tamaño a cuatro patas, y Raiko no quiso ni pensar como sería parado en dos patas. Levantó la piedra y jadeó con voz vacilante:
-¡Fuera de aquí!-La voz casi se negó a salir de su garganta. Iba a volver a gritar, y entonces el perro ladró, encogiendo el hocico grisáceo para mostrar unos enormes colmillos amarillentos y babeantes, con un gruñido feroz. El sonido que pugnaba por atravesar sus labios sellados por el pánico logró salir, pero resultó ser nada más un gemido tembloroso, entre un sollozo y una súplica:-. Vete...
El perro contrajo un poco más el hocico (casi pareció sonreír), y de repente, se arrojó sobre ella. Raiko soltó un chillido cuando vio su forma gris y maligna cerniéndose sobre ella, y se protegió la cabeza con los brazos al tiempo que cerraba los ojos para no ver la gran boca llena de colmillos.
Y de repente alguien más apareció, y se colocó entre ella y el perro.
Pelo de Escoba lanzó un grito para espantar al animal, pero este no retrocedió y se le fue encima con un ladrido grave y vibrante. El chico escupió una maldición cuando los feroces colmillos del perro se le clavaron en la mano derecha. Varias gotas de sangre volaron en todas direcciones mientras él y el perro luchaban, él para arrancarse al perro de encima, y el perro para arrancarle a él la mano.
-¡¡SUÉLTALO!!-rugió entonces una voz, y Raiko se abalanzó furiosa sobre el perro y, blandiendo una rama (había dejado caer la piedra), golpeó al animal en el costado con todas sus fuerzas. El perro soltó al joven y se volvió hacia ella con un gañido furioso, pero Raiko volvió a pegarle, esta vez en el hocico, y el perro terminó huyendo indignado y perdiéndose en el bosque...

-¡Qué horror!-exclamó Sakura, imaginándose la escena.
-Es por eso que le temes a los perros, ¿verdad?-preguntó Tenten.
-No les temo-replicó Raiko, tan dignamente como le fue posible-. Nada más... me gustan más los gatos.
-Que Kiba no te oiga decir eso-dijo Hinata, y todas se echaron a reír.
-Sigue, Raiko-le indicó Sakura.
-¿En donde estaba?-preguntó la chica-. Ah. Sí...

Raiko contempló temblando como el animal se perdía entre los matorrales, sin poder creer lo que acababa de hacer. Atrás de ella, oyó como su amigo lanzaba un velado jadeo de dolor y se dejaba caer sentado con la espalda apoyada en un árbol cercano. Raiko se volvió y corrió hacia él. Se dejó caer de rodillas a su lado.
-Uh... eso no se ve bien-dijo, al ver la herida sangrante en su mano derecha. El perro había cerrado sus mandíbulas con tanta fuerza que casi había dejado al descubierto el hueso. Sangraba abundantemente, pero el chico no mostró señales de que le doliera. Raiko lo contempló con admiración, y sintió que las lágrimas volvían a llenarle los ojos.
-Me... defendiste... -murmuró, con la voz temblorosa.
-Eso parece-replicó él, también murmurando, con voz inexpresiva.
-Pero... ¿porqué?-preguntó Raiko, intentando contener las lágrimas-. Creí que me odiabas...
-¿Quién dice que te odio?-replicó él, mirándola a los ojos. Ésta vez la pequeña no pudo contenerse, y un torrente de lágrimas le corrió por las mejillas.
-Dijiste que era una mocosa desquiciada... -murmuró con voz quebrada. Para su sorpresa, el muchacho le colocó la mano izquierda sobre la cabeza, y con suavidad, le acarició el cabello.
-Eso es lo que me gusta de ti-replicó él, y ella se ruborizó nuevamente-. Vamos, deja de llorar.
Raiko asintió y se secó las lágrimas con brusquedad, a manotazos, para no lastimar su propio orgullo. Luego, volvió a levantar sus ojos de caramelo hacia él. Los dos se miraron por largo rato. Por un lado, una niña de cinco años, mimada pero valerosa, que parecía una pequeña hada de fuego; por otro lado, un joven de dieciséis años, con aspecto de fantasma y (al menos según Raiko) corazón de oro.
-Oye, prométeme una cosa, Pelo de Escoba-dijo de pronto Raiko.
-¿Qué?
-Que cuando yo sea mayor, si no has encontrado a la chica indicada... serás mi novio-replicó Raiko, decidida y seria. El chico se sonrojó.
-¿Que sea tu qué...?
-¡Promételo, por favor!-pidió la chiquilla, mirándolo con fijeza y con total seriedad-. ¡Promete que me esperarás!
Él se quedó en silencio, observándola atentamente.
-¿Porqué dices "si no encuentras a la chica indicada"?-dijo finalmente. Raiko lo miró sin comprender, y él sonrió tras su máscara-. Tú podrías ser la indicada.
Raiko volvió a sonrojarse, pero esta vez sonrió, satisfecha.
-Yo también te voy a esperar-le aseguró-. Algún día podremos estar juntos, Cabello de Escoba.
-Eh... Raiko, hazme un favor tú también-dijo entonces el muchacho rascándose la cabeza-. Deja de llamarme Cabeza de Escoba, ¿quieres?
-Es que no sé tu nombre-repuso Raiko.
-Ah, sí... mi nombre es...
-¡¡Hey, Raiko!! ¡¡Raiko!!-gritó de repente una voz femenina, y la niña se levantó de un salto.
-Esa es mi madre-reconoció, volviéndose hacia donde provenían los gritos:-. ¡Ya voy, mamá!-gritó. A continuación se volvió hacia su ahora prometido para hablarle, pero entonces se dio cuenta de que había desaparecido.
-¡Raiko...!-Su madre, Chieko, irrumpió de pronto frente a ella, pero tropezó con una raíz y casi se cae-. ¡Conque aquí estabas! ¿Qué estabas haciendo?
La niña corrió hacia su mamá y la abrazó.
-Conocí a mi novio, mamá-respondió, mirándola muy seria con los ojos de ámbar que había heredado de su padre. Chieko la miró con sorpresa.
-¿No estás un poco vieja para tener amigos imaginarios?-le preguntó-. Y... bueno... ¿no estás también muy joven para pensar en tener novio?
-No es imaginario-protestó su hija-. Y sí es mi novio.
-¿Y cual es su nombre, si puede saberse?
-Pelo de Escoba-contestó la niña, con gran seriedad.
Chieko no dijo nada más, pero besó a su hija en la frente y las dos regresaron a casa tomadas de la mano.
Mientras tanto, en el estanque, las ranas croaban suavemente, y un pájaro color turquesa cantaba dulcemente para atraer a su amor. Y un joven de cabello gris contemplaba oculto tras de un árbol como desaparecía la figura de su futura prometida en el ambiente brumoso de la tarde.

Capítulo 10: Finalmente llegó el momento

Unos días después, Kakashi y Raiko volvieron a entrenar juntos. Ninguno de los dos hablaba; pero por otro lado se notaba que algo sucedía cada vez que se encontraban cuando luchaban. La tensión era evidente entre los dos, aunque ninguno de ellos tenía idea clara de porqué. Todavía les faltaba que el pensamiento que los dos compartían tomara forma en sus mentes.
Luego de dos horas y media de luchar, los dos se detuvieron, exhaustos, y se dejaron caer, espalda contra espalda, sentados en el suelo, a la sombra de los árboles. La tarde ya empezaba a caer; el cielo que se veía arriba de ellos era dorado y naranja. Todo era apacible, y contrastaba desesperantemente con el estado de ánimo de los dos. Ambos sentían una tormenta dentro del pecho, y pronto el silencio se hizo insoportable para los dos.
Una brisa helada proveniente del Norte barrió el bosque con un susurro intenso pero velado, como si murmurara para no molestarlos; Raiko se estremeció al sentir el toque frío del viento en sus brazos y sus piernas. De repente, Kakashi se quitó el guante derecho y le tomó la mano. El corazón de ella dio un salto tan brusco que casi le dolió.
-Sigues teniendo las manos frías-comentó él. Ella sonrió débilmente.
-Si tanto te molesta, deja de tomarme la mano y ya-replicó, aunque su cuerpo casi había suplicado el contacto. Pero Kakashi no la soltó. Volvieron a quedarse en silencio.
-¿Seguimos?-preguntó finalmente Kakashi. Raiko asintió, y cuando Kakashi le tendió la mano para ayudarla a levantarse, sintió que el aire se le escapaba por completo de los pulmones. Se quedó mirando su mano extendida, y su corazón golpeó agónico sus costillas cuando el alma se le quiso escapar por la boca.
Kakashi tenía el dorso de la mano derecha marcado por unas claras cicatrices, que tenían exactamente la forma de los dientes de un perro de considerable tamaño.
-Eres tú...-susurró Raiko, y su voz fue apenas más fuerte que el sonido de las ramas agitándose en el viento. Kakashi no dijo nada, pero cuando finalmente Raiko se decidió a tomar su mano para levantarse, no pudo mirarla a los ojos.
Pronto volvían a luchar como antes; Raiko hacía lo posible por impedir los golpes de Kakashi, y él también tuvo que comenzar a defenderse de los de ella, que eran cada vez más fuertes y certeros. Cuando ya llevaban más o menos diez minutos, súbitamente, Kakashi perdió la concentración (por un segundo o menos, pero en todo caso lo suficiente), y Raiko apareció por sorpresa y logró darle un golpe desesperado en la mandíbula. Sintió una especie de amarga satisfacción mezclada con culpabilidad al lograr golpearlo.
Pero la sensación duró solo unos instantes: de inmediato se recuperó y le devolvió el golpe, pero con el doble de fuerza, de modo que ella salió volando hacia atrás y cayó de espaldas al suelo. No pudo levantarse. El cielo había empezado a volverse de un suave color azul oscuro. Kakashi se acercó a su alumna para ayudarla a levantarse y terminar la clase; pero estaba tan distraído que tropezó y cayó encima de ella.
Sus rostros quedaron tan cerca que él pudo ver cada mancha dorada en los ojos castaños e Raiko, y ella pudo notar como su aliento pasaba a través de la tela de la máscara y rozaba su mejilla. Ninguno de los dos se atrevió a moverse, ninguno se atrevió a respirar. Acababan de darse cuenta de que llevaban diez años esperando ese momento, y no querían que se terminara nunca. Querían que durase tanto como pudiera.
La mano de Kakashi se acercó a la de ella, y sus dedos se entrelazaron, al tiempo que acercaba un poco más su rostro al de ella. Raiko duró unos segundos en entender lo que él le decía, pero cuando lo hizo, creyó que le estallaría el corazón de emoción. Lentamente acercó sus dedos de hada al rostro de Kakashi, y controlando tan bien como pudo el temblor de sus manos, comenzó a retirar la máscara que lo cubría.
Apenas lo hizo, cerró los ojos, y de repente sus labios encontraron los de él.

-¿No te parece que Raiko está durando demasiado?-comentó Tenten, mirando preocupada como aparecían las primeras estrellas en el cielo. Lee la miró, comprensivo, y luego se volvió hacia Gai:
-Gai-sensei... ¿no cree que deberíamos ir a buscarla?
Gai se le quedó viendo con aire inmutable. Él y Asuma intercambiaron a continuación una mirada que Lee no pudo interpretar, y finalmente respondió:
-No lo creo. Será mejor que la esperemos aquí.
Ino se encontraba por ahí cerca y los oyó. <<¿Raiko atrasada?>>, pensó, con curiosidad. <<Ella es la persona más perfeccionista que conozco cuando se trata de puntualidad. ¿Le habrá sucedido algo?>>. Quién sabe, a lo mejor podría estar en problemas... Ino decidió hacer su buena acción del día e ir a buscar a Raiko al bosque. De modo que, con el sigilo de un gato, se deslizó fuera de la vista y echó a correr hacia el bosque.
Lo primero que notó al llegar al claro donde sabía que Raiko entrenaba con Kakashi fue el silencio anormal. No se escuchaba ningún sonido que delatara la presencia humana. Al principio pensó que no estaban ahí; pero entonces su mirada notó dos siluetas en la oscuridad profunda, acostadas sobre el suelo del bosque.
Su cerebro tardó unos momentos en registrar lo que veía; su mente tardó aún más en entenderlo, pero no lo creyó hasta que, de repente, vio como en la oscuridad una silueta se movía, y unos ojos inconfundibles y centelleantes como los de un gato se levantaron hacia ella.
-Yo... yo...-tartamudeó Ino, sintiendo que perdía el equilibrio. Se agarró al árbol más cercano, y entonces logró articular:-. ¿Interrumpo... algo?
Súbitamente, Raiko tomó conciencia de lo que estaba pasando: estaba besándose con un sensei en el bosque, y la chica más chismosa de todo Konoha la estaba observando. Se puso totalmente roja, y agradeció que Ino no pudiera verla. Haciendo lo primero que le vino a la mente, apartó a Kakashi de un empujón y se puso en pie de un salto.
-Ino... yo...-balbuceó-. Nosotros... no...
De pronto, la rubia salió disparada y se esfumó entre los árboles. Raiko intentó ir tras ella, pero era demasiado tarde: en aquellos momentos de seguro Ino ya habría llegado a Konoha, a juzgar por su velocidad.
-¡Ino!-gritó finalmente, tratando de llamarla aunque sabía que era totalmente inútil-. Maldita sea...
Kakashi apareció junto a ella de repente, acomodándose la máscara.
-Vamos a tener problemas, ¿verdad?-le preguntó Raiko, mirando fijamente la oscuridad. Kakashi asintió, pero su rostro no expresaba nada. La chica lo observó unos instantes, y luego suspiró:
-Lamento que te hayas metido en este lío por mi culpa, Kakashi.
-¿Lo lamentas?-repitió él. Raiko asintió-. Déjame hacerte una pregunta, Raiko. ¿Te arrepientes de lo que hicimos?
-En realidad... creo que no-admitió Raiko.
-¿Y te parece que lo que hicimos... es algo malo?
-No-replicó Raiko, esta vez sin una sola vacilación.
-En ese caso no hay porqué disculparse-concluyó Kakashi, y ella asintió, sonriendo.
-¿Sabes?-comentó la chica-. Al principio me costó creer que eras tu, Kakashi. A pesar de que no cambiaste desde la primera vez en que te vi, no podía creer que fueras Cabeza de Escoba. Me parecías tan... triste-Raiko concluyó la frase con una voz pensativa y algo nostálgica.
-A mí también me costó un poco creer que eras la mocosa desquiciada que no podía ver con mi placa puesta-replicó Kakashi-. Pero tú sí has cambiado. Ya no eres ninguna mocosa.
Raiko no dijo nada.
-Estuvimos esperando esto por tanto tiempo-suspiró finalmente-. Y yo creí que sería perfecto. Y entonces apareció INO.
-Siempre supimos que nos traería problemas-apuntó Kakashi-. Aunque por lo menos ahora ya nadie podrá creer que te entreno para ser mi esclava sexual...
La chica rió con suavidad.
-Será mejor que nos vayamos ahora-dijo simplemente, y empezó a caminar en dirección a las luces veladas que provenían de Konoha.

Capítulo 11: Desafiando al Hokage

A Ino no le costó demasiado hacer que el rumor circulara por todo Konoha. Era chismosa por naturaleza, y apenas pudo, se acercó a Sakura y le dijo en un apresurado murmullo:
-Oye, Sakura, necesito hablar contigo un segundo.
Sakura desconfiaba de Ino, pero ella también era muy curiosa, y no pudo dejar de escuchar cuando su rival le habló de lo que había visto en el bosque.
-Pero... ¿estás segura?-le preguntó. Ino asintió, muy seria.
-Lo vi todo con mis propios ojos-replicó-. Bueno, ya tengo que irme. Pero recuerda que es un secreto, ¿eh?
-Sí... -Sakura se quedó pensando un buen rato en la idea, y finalmente se puso tan nerviosa que no pudo resistir la tentación y fue con Naruto y le habló de lo que había dicho Ino. La reacción de Naruto no fue tan sorprendida como la suya:
-Vaya... así que Kakashi-sensei resultó ser más pervertido de lo que pensaba-fue su único comentario.
Naruto fue a contarle a Hinata lo que había oído, y ella se lo dijo a Shino y Kiba, quienes se lo dijeron a Kurenai, y como ella se lo contó a Asuma, pronto Choji y Shikamaru también se enteraron de todo.
Hinata también habló de ello a Tenten, y ella no pudo evitar decírselo a Neji y a Lee; y Lee tuvo que ir a contárselo a Gai. Este reaccionó con dramatismo, suspirando con lágrimas en los ojos algo con el amor y la juventud que nadie escuchó ni pudo recordar después.
Bueno, creo que ya entendieron la idea: el rumor no tardó ni dos horas en expandirse por todos lados. Y finalmente, como era inevitable que sucediera, el Tercer Hokage se enteró de todo.
Fue Anko quién tuvo la brillante idea de ir a decírselo; no pudo permitirse un poco de sensatez y guardar el secreto, como nadie en Konoha había podido hacer. Entró corriendo en el despacho en el que el Hokage meditaba, y por poco se cae al detenerse patinando frente a él.
-No deberías correr de ese modo, Anko-fue el único comentario del anciano.
-Perdón Hokage-sama-replicó ella, haciendo una torpe reverencia-. Pero creí que usted debía saberlo... todo Konoha está hablando de ello...
-¿Hablando de qué, Anko?-preguntó el Tercer Hokage.
-Dicen que vieron a Kakashi y Raiko besándose en el bosque-respondió Raiko. El Hokage se quedó inmóvil, y el silencio que se instauró entonces fue total y tenso.
-Debo de haber oído mal-dijo finalmente el viejo-. ¿Qué dijiste?
-Que dicen que vieron a Kakashi y a Raiko besándose en el bosque-repitió Anko, un poco sorprendida. La escena se repitió un para de veces antes de que Anko perdiera la paciencia y exclamara:
-¡Hokage-sama, deje de hacer idioteces! ¡Acabo de decirle que VIERON A KAKASHI Y RAIKO BESÁNDOSE EN EL BOSQUE!
El Tercer Hokage puso cara de sorpresa. Finalmente parecía haber comprendido algo.
-¿Raiko?-preguntó.
-Así es-asintió Anko.
-¿Con... Kakashi?
-Ajá.
-¿Y estaban...?
-Eso parece-replicó Anko, y entonces la cara del Hokage se fue poniendo más y más sombría, hasta que de pronto se vio como un auténtico demonio-. Eh... ¿Hokage-sama...?
-Anko-dijo el Hokage con voz temblorosa de pura ira-. Hazme el favor de ir a buscar a Raiko y Kakashi. Necesito hablar con ellos.
-De... de acuerdo-obedeció Anko, y salió corriendo al presentir el peligro.
Encontró a Raiko y Kakashi sentados juntos en un callejón. Kakashi tenía un brazo alrededor de la cintura de ella, y leía muy tranquilo su libro, mientras que ella dormía (o eso parecía, pues tenía los ojos cerrados) con la cabeza apoyada en su hombro. A Anko le dio una punzada de culpabilidad al verlos así, pues después de todo ella le había dicho todo al Hokage. Pensó en que podía dejarlos y decirle que les había dicho que fueran, pero las consecuencias podrían entonces ser peores para ellos, y tuvo que tragarse su sentimentalismo e ir hacia ellos.
-Oigan, ustedes dos-los llamó. Raiko y Kakashi levantaron la mirada hacia ella, y una nueva punzada de culpabilidad la atacó-. Hokage-sama quiere verlos.
Los dos se miraron y luego sonrieron.
-Anko, ¿podrías decirme qué hora es?-le preguntó a continuación Kakashi.
-Deben ser como las siete y media-replicó Anko, perpleja por la pregunta, y su perplejidad aumentó aún más cuando Raiko se echó a reír y Kakashi maldijo entre dientes.
-Kakashi, hay que cumplir con las promesas que haces... -rió Raiko, y él, con un gruñido de molestia, se sacó un billete del bolsillo y se lo entregó. Raiko se guardó el billete en el bolsillo, y Anko se preguntó si el mundo se habría vuelto loco(normalmente era el mundo quien preguntaba si Anko se había vuelto loca).
-¿Y eso?-inquirió. Raiko le dirigió una alegre sonrisa:
-Kakashi y yo hicimos una apuesta-explicó-. Yo dije que apostaba a que no pasarían dos horas antes de que mi abuelo se enterara de todo, y Kakashi... bueno, él aceptó la apuesta.
-¿No podemos nada más olvidarnos de esto?-gruñó él, y la chica se echó a reír de nuevo-. Ah, sí... ¿decías que Hokage-sama quería vernos?-añadió, mirando de nuevo a Anko, y Raiko dejó de reírse.
-Y no parece estar muy contento-replicó ella-. No creo que los haya llamado para felicitarlos.
La pareja intercambió una mirada cuyo significado Anko no logró entender, y luego los dos se levantaron.
-De acuerdo-dijo Kakashi-. Gracias, Anko.
-De nada-replicó ella, y observó como se alejaban por la calle, bastante admirada por el valor que los dos mostraban. <<Es una lástima que no puedan estar juntos>>, pensó, metiendo las manos en los bolsillos y empezando a caminar. <<En realidad hacen una buena pareja>>.

Tal como les había dicho Anko, el abuelo adoptivo de Raiko no estaba nada contento. La chica nunca lo había visto tan indignado. Trató a Kakashi de pedófilo, pervertido y varias cosas más, y luego de gritarle como por diez minutos lo sacó de la oficina casi a patadas. Luego se volvió hacia Raiko, y la chica sintió como empequeñecía ante su mirada, pero procuró mantener el rostro impasible.
-¡Y tú, Raiko!-exclamó el Tercer Hokage, descargando un puño sobre la mesa y haciéndola sobresaltar-. ¿No te da vergüenza? ¡Andar por ahí besuqueándote con un tipo diez años mayor que tú...!
-En realidad, no-replicó Raiko con descaro, rebelándose al oírlo hablar tan despreciativamente de Kakashi. Su abuelo pareció a punto de estallar (literalmente), pero finalmente nada más soltó varias pintorescas expresiones que ella nunca lo había oído utilizar dirigidas a Kakashi, y volviéndose hacia ella, gritó:
-¡¿Como demonios puedes arriesgarte de ese modo a ti misma?!-Raiko bajó la mirada, y replicó con voz tan firme como pudo:
-Después de darme cuenta que mis padres no volverían nunca, me sentí muy arrepentida porque me quedé sin decirles muchas cosas. Desde entonces prefiero aceptar todo lo que venga, para después no tener arrepentimientos.
La furia del anciano se aplacó un poco. Rodeó el escritorio y tomó las manos de Raiko.
-¿Te das cuenta de que puedes arrepentirte aún más si algo malo te pasa?-le dijo, con suavidad-. Ten en cuenta que lo digo por tu bien.
-¡No me interesa estar bien!-estalló Raiko, soltando sus manos con brusquedad-. Quiero estar con él, y no me importa lo que me pase.
Desde afuera, Kakashi pudo oír los airados gritos del Hokage y a continuación Raiko salió de la oficina con los ojos llenos de lágrimas y cerró la puerta tras ella dando un portazo. Kakashi se acercó a ella, un poco avergonzado.
-Perdóname... -empezó a decir, pero ella lo silenció con un gesto.
-No te atrevas a decirlo-replicó. Los dos se quedaron callados, todavía afectados por los insultos del anciano. De repente, Raiko se acercó a Kakashi, y con los ojos centelleantes de decisión, lo tomó de las manos.
-Kakashi-le dijo, con total seriedad-. Quiero que sepas una cosa: a mí no me importa en absoluto lo que digan los demás. Me vale mi abuelo, Ino, y no me importa nada lo que hagan. Yo... lo único que me interesa es estar contigo. ¿Qué dices?
Él la contempló largamente, recordando a la pequeña que diez años antes le había pedido algo parecido.
-Hice una promesa-replicó finalmente, apretando suavemente los dedos de Raiko-. Y debo y quiero cumplirla. A mí tampoco me importa lo que digan Raiko.
La chica asintió, y sonrió complacida cuando él se inclinó para besarla con suavidad en el cuello a través de la máscara; y en ese momento oyeron una voz sombría junto a ellos:
-¿De modo que nada que yo les diga los hará cambiar de opinión?-Los dos levantaron la mirada, y de inmediato dieron un salto hacia atrás, abrazados.
-¡A... Abuelo!-jadeó Raiko. El Tercer Hokage se quitó el sombrero y se pasó una mano por el poco cabello que le quedaba, suspirando con cierta tristeza.
-Entiendo que los dos deseen estar juntos y todo eso-dijo, con la misma voz sombría-. Pero por favor, comprendan que se van a meter en problemas con los demás. Todo el mundo hablará de ustedes y los criticará...
-Abuelo, ¿recuerdas cuando sin querer empecé un incendio en la Academia cuando acababa de entrar?-dijo de pronto Raiko-. Todo el mundo me criticó y me dijo que era una torpe... pero tú me dijiste que no me preocupara por lo que dijeran.
-Ah, sí, el incendio... -masculló el Tercer Hokage, volviendo a ponerse el sombrero. Era obvio que no le agradaba tener que acordarse de eso-. Pero esto es diferente.
-No lo es-replicó la chica-. Lo lamento, abuelo, pero no puedes negarlo. Es exactamente lo mismo. No me preocupé por lo que dijeron entonces, y no lo haré ahora-Sujetó la mano de Kakashi para darse valor y añadió:-. Lamento que no estés de acuerdo, pero no vas a disuadirnos de esto.
El Tercer Hokage suspiró, al parecer ahora un poco más ablandado.
-Bueno... si no puedo separarlos... -dijo, resignado. Raiko soltó una exclamación de alegría y corrió a abrazarlo. El anciano sonrió, y luego Raiko se separó de él, y ella y Kakashi se inclinaron ante él para agradecerle. Luego observaron como él se alejaba por el pasillo lentamente hasta desaparecer de la vista.
-Este día ha sido el más raro de mi vida-comentó Raiko.
-También el mío-convino Kakashi. Se acercó a ella y la abrazó por detrás-. Pero creo que también uno de los más felices.
-Si te vas a poner cursi, mejor quédate callado-replicó Raiko, sonriendo. En seguida, se volvió hacia Kakashi y lo abrazó, contenta de poder refugiarse en su calor.
-Muchas gracias por esperar, Kakashi.

 
 
 
   
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